sábado, 24 de abril de 2010

El desierto

“Eres el amigo que siempre quise tener, no te olvidaré” Palabras que vienen un momento de tu vida y luego se van para volver a ser repetidas a otra persona en otras circunstancias.

Un día soñé con ella. Estaba en un palco que daba a la calle, lucía un precioso vestido; Unos metros más abajo estaba yo tranquilamente paseando hasta que de pronto alcé la vista y ahí estaba ella. No sonreía, no había cariño en su mirada. Tampoco yo lo hacía, comprendí que entre su mirada y la mía había una extraña sensación de indiferencia. Y así, con caras de póker, cada uno siguió por su lado…

Al día siguiente ahí estaba ella de nuevo, esta vez sentada en un banco, pálida, sin sonrisa. Poco a poco, mi sueño o más bien pesadilla se fue haciendo realidad delante de mis ojos.
“¿Qué tal te lo has pasado en el campamento?”
“…”
“Qué callada estás, va venga dime ¿Con cuántos te has liado?”
-Una sonrisa tímida se dibujo en su cara-“Sólo con uno”
-“Sólo con uno”-repetí suavemente…
-“¿Ya lo sabías?”
-“Se te notaba en la mirada, era sólo un presentimiento que tenía que ver por mí mismo…”
-“oh…”
-“Bueno, tranquila, nos dejamos de hablar una temporada y para septiembre o así, una vez que hayan pasado unos…”
-“No… no merezco que me vuelvas a hablar, no deberíamos volver a hablar más, deberías odiarme, ¿por qué no me gritas?”
-“¿De qué serviría?¿Acaso gritando, cabreándome o llorando voy a conseguir algo?”
-“…, bueno pues… ¡Adios!”
-“…”

Tras ése momento cómo atizado por un fuerte viento me vi arrastrado hasta un arduo desierto. Poco a poco comprendí que mi mundo tal y como lo conocía había acabado por derrumbarse y ahora sólo podía ver dunas a mi alrededor.
Al principio me dije, bueno pues habrá que empezar una nueva vida, tendré que caminar por estas arenas a ver a dónde me llevan, es el destino que me ha tocado en base a lo que un día elegí. Sabía que está situación podía pasar y mi sueño así me lo vaticinó.

Tras unos días caminando me empecé a encontrar mucho más débil, el calor del sol golpeaba mi cabeza haciéndome delirar en algunos momentos, luego el frío de la noche iba cortando mis labios e impidiéndome avanzar por aquel desierto, obligándome a esperar a la luz del sol.

De vez en cuando encontraba alguna planta de la que al arrancarla encontraba un brote de agua, pero pronto se acababa y tenía que partir hacia el horizonte.

Poco a poco los espejismos fueron tomando forma en mi mente hasta hacerme ver de una realidad cristalina algo que en realidad apenas se parecía a la realidad, y entonces pensaba: “Céntrate, esa chica no es ella, sólo es una que pasaba por ahí, ese coche no es el de su padre es sólo un todoterreno más, esa voz no es la suya…”

La sed en mí aumentaba cada día que pasaba, estaba más y más débil. De pronto en un atardecer sin darme cuenta me topé con un pozo. Fui a beber agua y justo en ése momento a mi lado apareciose una antigua amistad, y poco a poco vinieron unas pocas más, todas las había perdido recientemente, antes del incidente que me llevo a ese desierto. Les sonreí y así ellas me devolvieron la sonrisa, todo iba bien. -“¡qué curioso!” pensé. Cómo si de un segundo plano se tratase entre esas amistades se encontraba ella, la chica del incidente, pero seguía sin sonreír seguía pálida, y ahora aparecía con la misma mirada que en mi sueño, con la misma cara de póker. De pronto me di cuenta, empecé a toser y a toser y cuando me quise dar cuenta todo aquello se había desvanecido, yo me hallaba en el suelo de la calle mientras unos amigos míos decían que me levantase que tenía que irme para casa. Yo seguí tosiendo y vomitando…

Al tumbarme en mi cama no pude evitar abrazar la almohada y con ello evocar en mi mente el abrazo que ella me había dado con tanta intensidad cierto día al finalizar una sesión de pasión, así como el último pico que me dio antes de irse a su campamento.

Por primera vez en mucho tiempo había vuelto a humedecer la almohada…

No estaba todo perdido, tenía tiempo, mucho tiempo, tenía que volver a vivir, no podía seguir quedándome como estaba. Y la verdad que desde aquella noche eché de patadas su imagen de mi cabeza y decidí centrarme en mí. De vez en cuando soñaba con el desierto, pero eso era solamente porque aún no había superado mi problema.

Hoy, muchos meses después me soy consciente de que si he decidido negarme a las relaciones es por miedo. Para variar. Es cierto que he mejorado mucho desde entonces de hecho sigo viviendo para mí, de forma completamente egoísta. Aunque no puedo evitarlo, está en mi naturaleza ayudar a quiénes me rodean pues los pocos que quedaron junto a mi fueron quienes me ayudaron de verdad a salir de aquel arduo desierto.

A veces vuelvo… vuelvo a aquél desierto y miro con atención cómo me comportaba, miró con expectación los espejismos que me hacían sucumbir y me doy cuenta de lo que me he fortalecido desde entonces. De vez en cuando me paseo por ese desierto para obligarme a recordar, recordar sin dolor y eliminar así los sentimientos negativos que ese desierto me traía y encontrar de esta manera lo bueno y único que posee cada situación.

Cada vez estoy más preparado, más abierto a experimentar de nuevo esa “exaltación de la amistad”, más sé que con ella no llegué apenas a rozarla, y eso es lo que me da más miedo. ¿Si algún día me enamorase de verdad, con qué clase de mortal desierto me cruzaría?
Pero luego pienso: “Todo lo he ido superando, y con cada paso que daba aprendía una lección más, sólo tengo que recordar quién soy, pensar en qué debo hacer y procurar no perder mis objetivos de felicidad, sólo así con esperanza en mí mismo sé que puedo superar la sed que puede provocar estar en esos desiertos".




Por Elghor, por un recuerdo sin dolor.

No hay comentarios: