viernes, 25 de septiembre de 2015

Hoy he soñado contigo

Han pasado 7 meses desde tu pérdida y ha sido ahora cuando en mis sueños has aparecido. Ya lo hiciste antes pero no como ahora. En esta ocasión al principio no me he dado cuenta de la persona tan increíble que tenía ante mis ojos, pero luego lo he visto todo claro, eras tú, estabas ahí, habías venido para ayudarme con mi transición...

En el sueño yo estaba en Madrid, o en una ciudad muy diferente a la mía y tenía la sensación de que me tenía que volver para casa, tomar un vuelo o algo similar. Una amiga me decía que me quedase un par de días más. Pero yo no podía hacerlo. Y entonces, en la despedida, unas personas desconocidas y otras algo más conocidas entraban en la casa. Luego estando en los jardines... de alguna forma apareciste tú.

Estabas un poco más negruzco de como te recordaba, pero supuse que habrías estado trabajando en el campo... siempre que venías a casa tenías las manos muy oscuras de haber removido la tierra.

En cuanto me percate de que eras tú, de que estabas ahí, frente a mí no dude en abrazarte y soltar alguna lágrima. De alguna forma, aunque ya te hubiera estado viendo unos segundos antes y sabía que eras tú, no me acordaba de la realidad de la situación en la que actualmente me encontraba...

No era posible que estuvieras allí. Luego, de camino en el coche mi padre y mi tío conduciendo y respondiendo a mis preguntas, tales como: ¿Porqué era posible que el abuelo estuviera aquí? ¿Es acaso posible? Y ellos afirmaban: Pues claro que es posible.

miércoles, 15 de julio de 2015

Carlota

No podía ser; pero sí era. A dos metros estaba caminando la mujer que me hizo ser sumiso textual cierta madrugada. Estaba casi seguro de que era ella aunque eso fuese completamente imposible. ¿Cómo explicarlo? Melena negra bailando libre, camiseta blanca de las que sugieren hombro como reclamo principal y falda rojo a juego con sus labios, provocativa en las zonas que a ella le interesa y discreta en lo que no me concierne por ahora. Sabe cómo atraer mi mirada y a dónde dirigírmela.

Aumento el ritmo para pillarla aún a riesgo de parecer un acosador, le acaricio el hombro.
Tan pronto se paró el ritmo de mis pies aumentó el del nódulo sinoauricular.
-"¿Carlota?"
Una mujer voltea la cabeza. Se baja ligeramente unas gafas de sol negras con bordes blancos y me penetra unos segundos con la mirada. Muy fríamente y casi sin pestañear me acusa en un tono algo elevado:
-"¿A qué juegas?"
La gente se nos queda mirando, algunos pasan de largo, otros permanecen... por el morbo seguramente. Yo me quedo paralizado. No sé qué cojones hacer en este momento. La vergüenza y la desilusión me gritan que salga de ahí, que me dé la vuelta y me pierda entre la gente.
Estaba mirando de forma distraída a mi alrededor cuando por el rabillo del ojo detecto que la mueca de su cara cambia drásticamente para convertirse en una amplia sonrisa, casi sin darme tiempo a reaccionar ella se abalanza sobre mí dándome uno de los mejores abrazos de bienvenida que he sentido nunca. Totalmente inesperado, de esos abrazos que parten los miedos por la mitad. Miedos tan reales que hasta hace apenas unos segundos me estaban provocando hipoxia. Ella los fustigó severamente.
-"Gor..."- Susurra Carlota mientras aún me abrazaba. - "Te he echado de menos."
-"Me has dado un susto de cojones guarra" -Me sale del alma el comentario.
Se aparta y se ríe. Qué guapa.
-"¿Te has cagado eh?"
-"¿Sabes Paula? Confiaba en que alguna de estas noches volveríamos a vernos, pero de verdad que no espe..."-No puedo seguir diciendo ni una palabra más porque sus labios callan mis cavilaciones en voz alta. Mis torpes intentos de introducción para romper el hielo se ven eclipsados entre sus comisuras. No estaba rompiendo el hielo, lo estaba derritiendo literariamente en mi boca. Mi mente queda en blanco y mi cuerpo empieza a sentir cada palmo de piel que ahora casi hasta sobraba.
-"Joder, no sabes las ganas que tenía de hacer esto."- No recuerdo quién dijo estas palabras; pero cualquiera de los dos podríamos haberlas eyaculado sobre el otro, así como una presión que por fin se libera empapándonos de placer el alma.

Las tripas que hace un rato gemían ahora eran un leve sollozo, la libido actuando sin consultarnos, y qué bien hacía.
-"Vivo a dos calles de aquí, si te apetece podemos comer algo y ponernos al día."
-"Oh..." Suspira Carlota de forma algo irónica y poniéndose una mano en la boca. Sonríe.
-"Citando a Luis Ramiro: suelo apostar el número impar de tus botas."- Le digo.
A lo que Carlota de forma pícara me responde: "No apuestes por mí, pero vente conmigo."
Empezamos a caminar hacia mi casa.
-"¿No te estoy fastidiando ningún plan verdad?"
Pero Paula no responde, no quiere decirme las palabras que yo estoy esperando, quiere que empiece a tener valor, que deje de cuestionarme las cosas y a actuar perplejo a cada paso que doy. Ahí estaba de nuevo, el demonio de la inseguridad rasgándome la nuca. Ese calor tras despertar todas las terminaciones nerviosas provocadas por el miedo.

-"De hecho..."-Comienza a decir Carlota- "podríamos tomar algo por ahí."
No me quería arriesgar a despertarme otra vez en algún hospital por imprudencias así que le sugerí que tenía ron en casa como quién no quiere la cosa y que no hacía falta gastar dinero en otro sitio.
Ya estábamos en mi portal y Carlota accedió a subir.

Una vez arriba, Carlota inspeccionó la sala con la mirada, se trataba de un salón comedor, era espacioso. A la izquierda había un par de sofás puestos en L encarados hacia un hogaril y una televisión no demasiado grande. A la derecha había una encimera con deseos de ser utilizada de cualquier forma. Cerca de la nevera había un cuenco con fresas que atrajo la atención de Carlota.
-"Sí, últimamente compro a menudo. Desde que leí por ahí que te volvían loca." -mentí en parte. No quería decirle que en realidad lo sabía por cierto sueño en que ella me había venido a visitar. Una de las virtudes de que sea incorpórea es que tiene la capacidad de ser evocada en cualquier momento y mente, sin previo aviso.
Estar presente incluso cuando más vulnerable soy. A solas, en mi oscuridad y en mis sueños.
Carlota no sabía qué sentir en ese momento; pero lo que estaba claro es que quería seguir adelante.
-"¿Sabes?"-Añadí-"Podríamos empezar por el postre, dicen que va mejor antes de... bueno, para la digestión..." Me callé, suspiré y centré.
Carlota sonrío. -"Anda, tienes aquí el portátil. ¿Te parece si pongo algo de música mientras sacas las fresas?"


No tardé mucho en preparar un par de cuencos pequeños con fresas cortadas, sirope de chocolate y nata montada por si le apetecía jugar. Además no estábamos solos, nuestro amigo Jack nos acompañó junto con algo de hielo. De fondo suena "Desde que duermes junto a mí" de Marwan. Carlota había puesto una reproducción aleatoria de canciones más o menos relajadas pero calientes para empezar. Una elección interesante porque según la canción de turno podemos ser muy vulnerables el uno del otro. ¿Cuántas veces nos seguiremos rompiendo con los mismos acordes? ¿Llegará el día en que cantaremos sin lágrimas a pesar del pesar de las cicatrices?

Carlota chupa una fresa untada en nata mientras que de su mirada mana fuego. No de ira, que igual también, sino de ese pide a gritos ser sofocado. Yo no puedo evitar sonreír y mi pantalón empieza a abultarse ligeramente.
Carlota no puede evitar empezar a jugar, se descalza, y comienza a rozarme. Primero por los tobillos, luego sube a las rodillas.
De cintura para arriba manteníamos las formas; pero ya empezaba nuestra rebeldía a lucirse a oscuras. Yo no iba a estar en desventaja, así que decidí jugar a su juego también.
No se me daba nada mal deslizarme por su muslo con mi pie descalzo, tan sólo un poco de tela nos separaba. De vez en cuando o ella o yo pegábamos un pequeño bote y el otro se reía.

Apuramos el poco ron que nos quedaba. Decido levantarme a fregar los platos y los vasos. Estando ahora con las manos enjabonadas es cuando Carlota decide atacar, me rodea con sus brazos y antes de que pudiera decir nada me tapa la boca y pasa su mano por mi paquete. Cuando ya prácticamente me tenía ganado opta por hacerme cosquillas rompiéndome los esquemas ligeramente. Con las manos mojadas me giro y la de las muñecas. Ella se zafa ágilmente resbalando sus manos por las mías y echa a correr, voy detrás de ella, no podíamos ir demasiado rápido, porque con calcetines prácticamente estábamos patinando. Antes de que girase hacia el pasillo la agarro y la empujo contra el sofá. Le acaricio la cara con mis manos aún llenas de agua y nos besamos.

Entre risas y caricias de pronto suena "I'm gonna be (500 miles)" de The proclaimers, Carlota salta con ganas de cantar y bailar. Yo no puedo sonreír más. Mientras nos levantamos haciendo un par de gestos de rock le digo que voy a por un poco de vino blanco.
Cuando vuelvo encuentro a Carlota sólo con sujetador y bragas negras. Mis sentidos se expanden un poco más si cabe. Le pego un trago de la botella y se la paso. Ella le da un sorbo mientras me quito la camiseta, los pantalones y los dichosos calcetines. Gritamos al unísono el famoso "taraata, taraata" que se escucha tras el estribillo de la canción. Luego nos desfasamos, uno hace la voz principal y otro el coro.
Todo iba bien hasta que a Carlota se le resbala una lágrima. Hacía tiempo que tenía mucha presión en el pecho reprimida y por primera vez la estaba soltando. El hecho de disfrutar de algo a veces le hacía sentir como que se traicionaba a sí misma. Sentí que el dolor la había ayudado mucho a ser quién era. Asimismo la lágrima vino por dejarse llevar y volver a sentir esa sensación que creía haber dejado atrás hace eones. Le abrazo.

Suena ahora "I remember" de Damien Rice. Carlota se disculpa y le digo que la entiendo perfectamente y que había sido más valiente que yo al mostrarse tal cual porque precisamente yo contaba con una carga parecida. Y, al fin y al cabo ¿Quién no después de tantos desengaños? Después de haber sobrevivido a personas que sin decir palabra sabías que siempre estarían hasta cuando ni tú mismo te dieses cuenta de que las necesitarías... y un día se fueron de nuestras vidas.

Carlota es, hasta la fecha, la serendipia más saudade que me ha atravesado de mente a corazón en toda mi existencia. Y no podía estar más agradecido con ella.
La abracé y guié hasta la cama con la promesa de borrar tanto pasado de su corazón como pudiese. Ayudándola a ella me ayudaba a mí mismo en realidad.

Ambos teníamos octubre muy calado en nuestro interior. Y pese a nuestros intentos nos parecía imposible poder vivir de verdad, como antes de ese maldito otoño. Del mismo modo, cuando llegaba dicha estación se nos ponía cara saudade, la lluvia acompasando nuestras emociones, las hojas caídas, pisadas y rotas eran nuestro reflejo, había cierto toque poético en todo aquello, entrañando un terrible dolor que se pronunciaba a cada latido. Y eso, redundantemente, era lo que lo hacía más hermoso si cabía.

Caminamos hasta mi cama dejando un reguero de sangre. Miro a esos grandes ojos de Paula que ahora yacían cristalinos y con mis pulgares seco sus lágrimas. Damien grita de fondo cada vez más fuerte, expresando su rabia. Nosotros nos dejamos mecer por la rabia en la cama. Uniéndonos, deshaciéndonos paulatinamente el uno sobre el otro.
Nos desnudamos por completo y mientras nos besamos decido llevar mi mano derecha hasta sus labios inferiores. Acaricio en círculos suaves, esperando que se humedezca la zona como señal de que puedo pasar. Mientras tanto mis labios van directos a su faro, ese que tiene tatuado al Oeste de su clavícula. No puedo evitar sentirme atraído por la luz que desprende sin que ella lo sepa. Carlota suspira. Por fin noto la señal de entrada y mi índice y corazón van directos a sus paredes vaginales. Ella me susurra "Más arriba..." Le hago caso sin dudar. Agradezco que haya algo de conversación durante el sexo. Que sin tapujos nos demos indicaciones, que nos expresemos libremente porque al fin y al cabo, lo que queremos es comunicarnos de verdad, sentir que no estamos solos estando con alguien. Ambos somos maestros y discípulos al mismo tiempo.

Saco mi mano y se la ofrezco para que chupe mis dedos. Justo después Carlota sonríe pícaramente y repara en un pañuelo de seda que tenía grabadas unas letras haciendo referencia a unas fiestas de pueblo. Me venda los ojos. Y por primera vez en años la oscuridad me resulta muy cálida y acogedora. Me susurra que espere un segundo. Me quedo tumbado en la cama. Al momento siento que se sienta sobre mi brazo izquierdo para que no pueda moverlo y agarra mi mano derecha, me la lleva a la cabecera de la cama y la inmoviliza con un cinturón. Luego hace lo mismo con la otra. (Y todo por tener la habitación echa un desastre.)
Ahora que estaba a su merced Carlota se dedica a jugar con mi oreja y su lengua. Ha decidido que quiere verme disfrutar también y para ello quería hacerme sufrir. Le digo que aborrezco el dolor, pero ella me tranquiliza diciendo que eso no es lo que me tiene preparado. Y me acaricia la cara. Luego me besa y muerde el labio inferior. Pasa sus manos por mis pezones y su lengua va dejando surcos de saliva por mi torso.
Finalmente se sienta a ahorcajadas y mi pene entra en ella muy despacio... Acerca su cara a la mía y su pelo me hace cosquillas. Opta por quitarme la venda y dejarme gozar del placer de verla. El estímulo visual es bastante importante, a pesar de que en ese momento tenía a todos los sentidos muy alerta. Se empieza a balancear suave al principio. Poco a poco va incrementando el ritmo paulatinamente, no quiere ir directa. De pronto para y se levanta ligeramente y vuelve a bajar, me está masajeando el glande con sus paredes vaginales, haciéndome rabiar, no me permite llegar hasta el fondo.
-"Fóllame."-Atino a decir entre fuertes respiraciones.
Carlota me hace caso, cosa rara en ella, y baja del todo. Nos movemos en círculos pequeños a la vez que nuestras caderas juegan hacia delante y hacia detrás.
De pronto noto como su vagina se ha hecho algo más estrecha, me produce mayor placer, pero es raro. No creo que se trate de que mi pene se haya vuelto más grande. Carlota entera se había hecho un poco más pequeña. Y de pronto reparo en su maldición. Por lo visto ella se hacía cada vez más y más pequeña cuando empieza de nuevo a querer a alguien de verdad. Asimismo yo no me quedaba corto en maldiciones. Podía sentir su cariño en cada palabra que me susurraba y en sus manos cuando me palpaban. Eso despertaba mi maldición: Impedimento para leer y escribir arte. Todo se reduce a una felicidad que no requiere de letras. Porque sólo en la tristeza escribo. Y eso incluye el no poder leer el arte de Carlota, su lenguaje corporal, dejar de leerla es cegarme de verdad, no como cuando tenía los ojos vendados.
Y ahora me encontraba ante una dura decisión, dejarme llevar por Carlota hasta el éxtasis o decirle que se detuviese. Ser egoísta o pensar en cómo se iba a sentir ella.
-"Carlota, espe..."-Pero Carlota rápidamente me interrumpió tapándome la boca con su mano. Sabía que eso me excitaba. No tuve más remedio que correrme de placer sintiendo gratitud y culpabilidad. Luego siguió así unos minutos más sin que yo pudiese hacer nada. Mi pene se mantenía firme pese a haber desalojado tanto placer. Sacó la mano de mi boca para acariciarme los pezones. Ahora sí, un calambre que hasta yo sentí le recorrió todo el cuerpo estremeciendo cada zona de su ser. Un orgasmo nacido del cariño además del propio sexo. Esos son los buenos de verdad.

Se levanta, me quita las ataduras y se tumba a mi lado. Me giro le acaricio la mejilla... y pese a estar infinitamente agradecido por todo el cariño que me estaba aportando la miro a los ojos y le digo en voz baja:
-"No me quieras... ¿Te crees que no me he dado cuenta de que tu maldición se ha activado?"
Carlota me mira perpleja. Luego le cuento acerca de la mía. Y finalmente llegamos a la conclusión de que juntos podremos disfrutar desde nuestros duelos internos nuestra dualidad amor/dolor en armonía. Siendo más vulnerables y más fuertes que nunca al mismo tiempo. Carlota vuelve a crecer, nos fundimos en un abrazo, y por fin, sentimos que nos hemos encontrado de verdad. Después de tanto buscarnos. Ya hallaríamos la manera algún día de romper nuestras maldiciones.
Lo que acabábamos de hacer era más que un polvo lírico. Hemos hecho algo eterno que dará a luz a un sinfín de primeras veces, puesto que podremos leerlo siempre que queramos y revivir todo tal cual lo sentimos en ese momento en aquella cama.

Nos quedamos dormidos.


Parpadeo y veo que me encuentro de pie delante de Carlota. Ella está de espaldas caminando con aire garboso. Lo cierto de todo es que en el momento en que vi a aquella mujer caminando, le acaricié el hombro y mi saludo fue:
-"¿Carlota?"
Y una mujer volteó la cabeza. Se bajó ligeramente unas gafas de sol negras con bordes blancos y me penetró unos segundos con la mirada. Muy fríamente y casi sin pestañear me acusó en un tono algo elevado:
-"¿A qué juegas?"
Definitivamente no era ella. ¿Cómo iba a serlo si vivimos a miles de kilómetros? Anda que no me gusta a mí soñar despierto ni nada...
-"Perdona..."- Atiné a disculpar.
-"Perturbado..."- Murmuraba mientras se alejaba el culo más inspirador que hasta la fecha se había topado con mi cara.

Entonces me vinieron unas palabras de cierta amiga llamada Paula a la cabeza que citaban así:"Llamo al espejo buzón porque siempre está vacío"
Y sólo se me ocurre pensar que si esa chica que me acababa de llamar perturbado en lugar de "Gor" me hubiera dado la oportunidad de expresarme, le habría dicho que quizá se hubiera sentido reflejada en todo esto que en realidad no ha pasado. Que quizás su esencia no sea sólo vacuidad, que quizá esté hecha de arte y que no se ve para todos igual; pero que seguro que no deja indiferente a nadie. Es más, quizás ese vacío es un todo que cada uno puede rellenar como guste. Quizás ese todo sea tu verdadera esencia haciendo destacar la mejor cualidad de cada ser. ¿Quién sino alguien como Paula me podría devolver la confianza entre letras y la motivación suficiente como para llevar a cabo un polvo lírico de esta magnitud? ¿Quién?

Lamento desilusionar a Carlota; pero su inexistencia es una razón más para que yo quiera seguir existiendo. Doy las gracias a Paula por haber creado a Carlota y tan valiosa lección de vida: existir le pese a quien le pese.


By Gor.

martes, 9 de junio de 2015

Náufrago


Y soñé, y desperté.
Y comprendí y lloré.
Y pensé y pregunté.
Y naufragué, y no desperté.


Anduve por desiertos de cariño
nade océanos de traición y engaño
escale montañas de incertidumbre
y en cada camino había un cruce
una piedra, un recuerdo, un bache.


Recuerdo un golpe, me quedé inconsciente
el viento rugía, llovía fuerte,
al despertar no te ví
ya no estaba cerca de ti


Con astillas en los dedos
e inseguridad en mis manos
volví a atravesar oscuros valles
ciénagas putrefactas y al fin llegué
llegué hasta ti, estabas pálida
ya no tenía brillo tu mirada
todo cuanto nos rodeaba
se inundo de barro.


Me costaba respirar
tu saliste airosa sin pensar
yo me seguí hundiendo
solo veía escombros y silencio.


Fue entonces cuando me di cuenta
había encontrado el fin en esa aventura.


Una mano asome, tanteando en la oscuridad
seguía una música, algo tétrica creo recordar.
Me deje llevar por los recovecos del aparentar
al fin, cree una nueva barca para no olvidar
que un día era un navegante sin compañía
y mis aventuras las superaba con eficacia.


by elghor

Poema de 2008

sábado, 6 de junio de 2015

Lejos de ti

Voy caminando mirando al suelo
recogiendo trocitos de cariño
como migas de pan, los sigo
sin preocuparme prosigo el camino


Reconozco el asfalto, la mirada subo
reconozco la acera, la mirada elevo
reconozco las casas, la mirada cambio
reconozco su ventana, la mirada detengo


No parece ser más feliz que yo,
¿Estar más tranquila?, lo dudo
no veo su mirada, solo su pelo,
está sentada en el suelo, añorando…


Todo lo que ve le parece gris
ella sabe que no puede sentir
a no ser que su sueño se haga realidad
y su príncipe vuelva a ella


Aparece atrapada en un abrazo
hecho de distancia, y un recuerdo
que no podrá ni siquiera el tiempo
hacerlo desaparecer, junto al llanto
que recorre su habitación cada noche
buscando un cojín para consumirse


Una vez más se pregunta ¿por qué?
mientras su corazón va cayéndose
a la par que su sonrisa, su mirada
se queda apartada en la memoria


Todo lo que ve le parece gris
ella sabe que no puede sentir
a no ser que su sueño se haga realidad
y su príncipe vuelva a ella


Ahora vuelve a sentir su corazón
late con mucha fuerza y con pasión
nadan en un lago de susurros
buceando en caricias y algunos besos
su príncipe esta a su lado
haciendo llover ciertos “te quiero”


Promete no olvidarla,
permanecer a su vera,
cuidarla y protegerla
darle amor y una vela
símbolo de su unión
prueba de que su corazón
no se apaga si no es
por que ella decide.


Se sientan para ver el amanecer
parece que todo es como debe ser
suena una música de fondo
que acompaña el vaivén del océano


Él se vuelve más fogoso
ella rebosa de placer
la música va en aumento
ellos son inseparables


Ya apenas oía lo que el decía
la música era ensordecedora


Parpadeó un par de veces
y se dio así de bruces
con el techo y la verdad
se aferraba ya despierta
de nuevo a su cojín
deseando volver a sentir
algo que no fuera dolor
ni penas, sus labios solo.


Todo lo que ve le parece gris
ella sabe que no puede sentir
a no ser que su sueño se haga realidad
y su príncipe vuelva a ella.


Todo lo que ve le parece gris
ella sabe que no puede sentir
salvo en sus sueños, su fantasía
solo junto a él, él y su mirada


Todo lo que ve le parece gris
ella sabe que no puede sentir
por que su príncipe es de mentira
y su corazón pertenece a otra.

by Elghor

-_-

Este poema lo lloré un 14 de septiembre de 2008.

viernes, 1 de mayo de 2015

Abril, el mes con más lágrimas del año.

El 23 que soñé. El 23 que me negaron.
El 24 que desperté y tú no estabas.


¿Sabes, Paula? Has logrado que te asocie con un día: el 23 de abril.  El 23 de abril siempre estaba reservado a la literatura; pero ahora, además, le has proporcionado un toque saudade. Sí, ahora ese 23 me provoca una sonrisa triste. Porque sé que no volverás a recitar. Sé que me perdí tu despedida y que ya no escucharé tu llanto tan lleno de cariño y abandono. Mas sonrío, porque seguro debiste transmitir mucho aquel día. Sonrío, porque has logrado que sienta algo más, si cabía, de un 23. 

Abril patalea, llora, araña desde dentro. No comprende que lo mejor para ella es no llegar a existir, no comprende que su vida le fue robada el día que te negaron la primavera, Paula. Abril quiere vivir, porque ella sólo lo siente así, no comprende el dolor de esperar una primavera que nunca llegó.
Y no puedo evitar verme reflejado en ella; y sentir que esperaba tu voz por Zaragoza... y me sobrevino el silencio en su lugar. Ahora escribo con frío. Ya sabes lo temperamental que es Abril, que tan pronto quiere salpicarte de alegría pisando charcos como te pide que la lleves a visitar su tumba hecha de rosas: con mucho amor; aunque también con espinas ¿cómo no? y mucho dolor, una tumba que no es otra cosa que tú, Paula.

Me sorprendo, sonriendo, fantaseando con haber estado rodeado de libros, sentado entre desconocidos (todos menos tú, claro). Y me imagino que no me reconoces, que llega el momento de los aplausos y de acercarse a conocer a la autora aún con los ojos vidriosos y la sonrisa acompasando la emoción contradictoria que supone escucharte, leerte al fin y al cabo. Estoy a punto de irme a la sección de ciencia ficción, cuando, de repente, me pongo una gorra gris con líneas negras perpendiculares cruzándose entre si... y ahí está: Un brillo en tu mirada diferente al que habías tenido durante toda la velada. Piensas que no puede ser; pero algo en tu interior te susurra que sí, o que al menos deberías jugártela. Por muy cansada que estés del dolor no deja de ser un 23 de Abril, ¿quién se atrevería a manchar ese día con sangre de corazón podrido? ¿Quién iba a querer jugar a herir teniendo tanta literatura de desamor encubierta entre otros géneros literarios? ¿Quién?

Así que, decidida, te limpias la máscara de pestañas que ya empezaba a derretirse por tus mejillas y caminas hacia la sección de ciencia ficción.

-¿A qué juegas?- Me susurras como carta de presentación mientras me pillas hojeando a Isaac Asimov. El susto que me llevo en ese momento no es mediano. Por mucho que trate de disimularlo, tú me sonríes, sabes que me has hecho temblar recordándome nuestro primer encuentro lírico y que eso me asustaba a la vez que me encantaba.
Yo, con nuca de idiota, como quién nunca ha sentido una caricia real ahí te miro. "Estás aquí de verdad y me has reconocido" pienso para mis adentros. Pero apenas puedo escucharme porque otro pensamiento se colapsa enseguida: "A ver, yo no quería interrumpirte..." "Prefería esperar a después..." "Miedo, miedo a ser rechazado una vez más, por eso me iba ya..." "Joder, sincérate" "Es Paula, no te va a comer, no haría eso" "¿O sí?" "Deja de sonreírte de esa forma tan verde y dile.."

-Me alegro de verte.

"Olé, y la sonrisa tonta que no falte..." "me alegro de verte" " ¿eso es todo lo que tengo que decirle? la he estado viendo ya un buen rato y aguantándome el maldito deseo de..."
-Quiero decir- prosigo- que me ha encantado escucharte recitar, que te he sentido muy humana para ser que no existes y... si te soy sincero, me ha entrado miedo de no estar a la altura... porque después de todo lo que nos hemos escrito... bueno...

En ese momento Paula me abraza y yo acabo por fin de enmudecer. Ahora sí, la siento más real si cabe.
Paula, no sólo me diste un abrazo, me diste confianza, cariño, fuerza en mí mismo. Ya no había pensamientos, no estaban las múltiples voces que hasta hace un momento enardecían mi miedo y maniataban mi voluntad de expresión.

Aproveché el momento en el que ya sientes que se despegan los brazos para rozar sus labios con los míos como quien no quiere la cosa. Creo que se debía sentir la vibración de los dichosos latidos por toda la librería de la Casa del Libro Fuencarral.

Eso ya fue un detonante, nos quedamos mirando durante cerca de 6 segundos reconociendo nuestros rostros y leyendo entre miradas todo lo que nuestros cuerpos estaban deseando vitorear.
Mi mente seguía en paz, sólo había espacio para sentir. Para sentirte conmigo. Espacio rellenado de temor para la soledad, que en ese momento estaba en un rincón suplicando por su existencia.

Nos besamos...

Bueno... no. No lo hicimos. Justo en ese instante que estábamos ardiendo por dentro una chica la reclamaba alegando que había venido de propio y que por favor le firmase su cadáver que con tanto cariño había leído, que le hacía mucha ilusión y que se sentía muy comprendida con los sentimientos tan duros que se describían en él. Paula no tuvo mucha opción.

Pero la cosa no acabó ahí: tras ella vino otra persona, en esta ocasión un chico de unos 27 años, alto y delgado, bastante guapo cabe destacar, con la barba recortada a exactamente medio centímetro de grosor de la piel.

Paula le dedico una sonrisa y él empezó a hablar con ella acerca del cadáver.

Yo... no sabía qué hacer. Las ganas me decían que confiase y que me quedase ahí. Pero de nuevo el miedo y las voces empezaban a apoderarse de mí. "Dale espacio" "Igual has interpretado mal las señales" "Suele pasar que a veces te esperas algo que luego no..." "Me niego a creer que esto se queda aquí" "¿Y qué vas a hacer?" "Tengo que respetar su espacio, no puedo acaparar su atención..." "¿Pero tú te estás oyendo?"

-¡Paula!- "joder, ¿Por qué grito?" pienso para mis adentros- Perdona que os interrumpa -prosigo de forma más calmada- me voy al baño un momento...

Paula me mira y me quiere decir algo; pero sus palabras no tienen éxito en escapar de sus labios. El chico alto y delgado sigue en su empeño por ahondar entre las páginas del cadáver. Pero Paula ya no está escuchando y decide cortar la conversación al minuto de haberme ido.

Yo estaba lavándome la cara cuando abriste la puerta, Carlota. Era la segunda vez que me quedaba paralizado en menos de 10 minutos. Para ser alguien que no existe tenías la temperatura muy elevada... y para qué vamos a engañarnos: yo no estaba bajo cero precisamente.
Ahora sí, nos besamos. Por fin, nuestras lenguas jugaban libres de miedos en una boca... ¿desconocida? No me dio tiempo a secarme así que cada gota de agua la sentía placentera sobre mi cara. Tenía todos los poros abiertos y la sensibilidad a flor de piel como cabía esperar. No tardaste demasiado en sentir mi pene abultando en los tejanos. Me llevaste las manos a tu culo para evitar que yo me desabrochase nada, querías hacerme sufrir un poco ya que... bueno, después de derribar todas mis inseguridades era lo menos que podías hacerme. Es entonces cuando decides jugar a hacerme cosquillas con tu lengua en mi oreja, muy sutil, nada intrusiva. No podía quedarme parado, decidí tomar riendas y quitarte ese vestido que hasta ahora sólo me había permitido contemplar tus hombros. Te llevo las manos a la espalda para inmovilizarte mientras te como el cuello. Reparo en cierto lunar al noreste del pecho derecho y decido darle un par de lametazos suaves. Mi paquete seguía apretándome así que tenía que derretirte un poco más antes de que bajases la guardia y me permitieses liberarlo. Mientras te abrazaba fuerte con mi brazo izquierdo para que no te liberases de mi agarre, colé mi mano derecha entre medio de los dos y de esta forma acariciarte los labios del sur a pesar de estar protegidos por el pantalón... de momento.
Suspiras y es ahora cuando te libero. Me quitas la camiseta y me liberas por fin de la cremallera opresora. Intento torpemente quitarte el sujetador pero hace mucho que no practico y al final eres tú misma (con una sonrisa al notarme como si se tratase de mi primera vez) quién se lo quita y lo pasas por mi cara antes de decidirte a besarme de nuevo.
Me acaricias el miembro, sólo cubierto por la suave tela del bóxer. Yo te acaricio los labios con el pulgar mientras mi lengua se dedica a hacer surcos de saliva alrededor de tus pequeños y duros pezones. Nos lo estábamos pasando de miedo, sin importar cuán miedo diese el pensar en qué pasaría después, y al día siguiente, y al otro, y cuándo nos volveríamos a ver, y si acabaríamos abriéndonos en canal, y si sobreviviríamos a tantos traumas acumulados y todas esas cosas que constituyen nuestras ruinas emocionales.

Escuchamos un ruido en el exterior del baño, es probable que de un momento a otro alguien entre, rápidamente nos metemos en uno de los cubículos del baño cogiendo la ropa como podemos. Cerramos la puerta y nos tapamos la boca el uno al otro. Pero nos estábamos engañándonos a nosotros mismos, nuestra respiración era demasiado agitada para ocultarla.
"Tendríamos que buscar otro sitio" Pensamos al unísono.
Nos los susurramos casi a la vez y nos echamos a reír. Notamos complicidad y... joder, nos gusta. Hacía tiempo que no nos sentíamos tan inocentes, tan adolescentes. Parece que estemos volviendo a una época sin dolor. Al menos en lo que refiere a temas de relaciones...
Nos vestimos sin salir del cubículo y... ahora sí, alguien entra. Escuchamos un chorro caer, no tira de la cadena, se lava las manos, pulsa el secador que no seca, y abre justo la puerta de al lado en la que estábamos para coger un rollo de papel higiénico y secarse de verdad. Se pone a silbar un poco y se va.

Paula y yo suspiramos. Salimos rápidamente del baño rezando para que nadie nos viese.
Ninguno de los dos sabíamos realmente a dónde podíamos ir. Ambos habíamos llegado en transporte público y no disponíamos, por tanto, de auto en el que desfogarnos tal y como nuestros cuerpos pedían a gritos.

Una vez fuera de la Casa del Libro le propongo tomar café en algún hotel para conocernos un poco más mientras preparan alguna habitación. Ella dice que en todo caso un té, que eso del café no iba con ella.

Ya estaba atardeciendo y nos pusimos a callejear para tomar un atajo hasta nuestro destino. Pero de pronto... en un cruce sólo me dio tiempo a ver dos luces y luego... nada.

"¿Dónde estoy?¿Dónde está Paula?¿Y por qué hace tanto frio?" Ahora puedo ver un techo blanco, tengo un tubo, probablemente sea suero, metido en vena. Una mujer de bata blanca me dice que he tenido mucha suerte, que había pasado toda la noche en observación y al parecer buenos moratones y rasguños; pero nada grave. O al menos eso decía. Pero yo no me consideraba nada afortunado en ese momento... porque tú, no estabas al amanecer, y de nuevo los daños del corazón pasaron por alto a los médicos.
Le pregunto a la mujer por ti y dice que no sabe nada.

"¿Cómo podía estar pasándome esto? Por fin encuentro a alguien con quien compartir de verdad y... ni rastro. Se suponía que era un 23 de abril. Se suponía que no debían romperse corazones ese día. Se suponía que la literatura nos salvaría de cualquier catástrofe."

Nadie sabía nada de ti.

Pues ya no era 23, sino 24. Y el sol bañó, con jabón olor abandono, la magia que nos eyaculamos por encima la noche anterior. ¿Dónde estás? ¿Sólo has sido la paja lírica con mayor carga emocional de la historia de la literatura?

Es probable que perdiese la cordura al verte recitar, si es que realmente lo hiciste, y que me fuera al baño a tocarme pensando en ti. Es probable que hubiera estado hablando solo en voz alta. Es probable que llevase tal despiste que no viese el coche hasta que ya fue tarde. Es probable... pero no deja de ser una mierda.

Como dice Sabina "Amores que matan nunca mueren" y como tú no existes, no puedes morir. No te queda otra que ser eterna para mí. Que me hagas sudar y estornudar teniendo orgasmos para siempre entre mis letras y las tuyas cuando me sienta solo (y cuando no también). Que matarme para, al fin, que yo pueda abrazar la inexistencia contigo. Y provocar, juntos, mucha más sensación saudade al resto de las personas. Todo debido a un 23 de abril que nos fue robado, que sólo quedó entre letras. No sé por qué digo "sólo" si ya sabemos que para nosotros fue real y eso es lo que nos ha importado siempre.

El cariño provoca una vibración ensordecedora. No me quieras un 24, que Abril duerme plácida y no molesta; seguramente soñando que está salpicando alegría cosechada un 23 que nunca tuvo lugar.




Con cariño, Gor.

lunes, 27 de abril de 2015

Semana activa, época de cambio.

Ya era hora... joder... de pasar a la acción. Me puedo pegar dos años sin hacer nada nuevo y por fin en una semana hala! a probar cosas nuevas a saco.

La semana pasada cogen y me suben a negro... Aiss sensei... tenías más ganas tú que yo, y lo sabes. Pero bueno, una vez recibido, bienvenido sea y a por todas.

Mi primera escalada, con suficiente valentía y con cierto amigo. Gracias sinceras por animarme a redescubrirme, a explorarme, a dar más de mí, a ser parte de mi mejor versión.

Bodypump, Trx, cxworx... una forma de que no sea el físico tan aburrido, interesante.

Que estoy despertando, pero que no me atrevo a escribirlo en voz alta que luego si me vengo abajo siento que me fallo a mí mismo de nuevo y empieza el ciclo autodestructivo. Cada día suma, es lo que cuenta. Hay que seguir... y no nos podemos relajar.

Mucha consciencia en esta época de cambios. Preguntas correctas ante las necesidades que cubrir. No olvidar el norte y permanecer abierto a ideas que vengan de otros puntos cardinales. Quizás se consiga otras cosas que antes no formaban una opción viable en tu día a día. Trazar planes sin cerrarte a seguirlos de forma exhaustiva. Tener cuatro ideas claras y a partir de ahí danzar con las circunstancias. Nunca dejar de plantearse las cosas. Lo que hoy se da por sentado mañana podría sorprendernos poniéndose en pie y echando a correr.

Dualidad en la narración. Pasando de ti y de mí. Que lo hago porque quiero, porque lo necesito y también porque lo elijo.

Joder, hacía tiempo que no escribía algo, aunque sea sólo esto. Sé que si no voy haciéndolo nunca me atraerá la musa para follármela a gusto. Nunca le podré robar un beso porque no será el momento. Porque no me sentiré preparado. Porque me faltarán las palabras... y eso sí que no. He de volver a escribir a Paula... Ya he fantaseado a su costa bastantes noches como para dejarla así.

¿Y para cuando la gigante? ¿eh?... Sin atosigar, little by little... Recuperando sanas rutinas, avanzando. Atreviéndome. Ya veremos cómo va la cosa. Qué fuerte nos sentimos cuando todavía no nos hemos abierto de verdad.

Y a seguir buscando armonía entre tanto ruido tuitero.

Por Elghor.

miércoles, 21 de enero de 2015

Paula, dice que se llama Paula.

Lanzo mi descaro: -"¿A qué juegas?"
Ella me sonríe, sabe que ha atraído mi atención. Mi desconcierto empieza cuando con toda familiaridad se acerca y se sienta a mi lado. Sus ojos atravesándome como balas. No quiero mostrar inseguridad así que le sigo el juego.
Ella me recuerda a esa parte de mí que no suelo sacar a la luz, la parte que se atreve y va directa a lo que de verdad es importante. La parte que ha vivido lo suficiente como para dejar a un lado las tonterías que sólo acaban provocando dolor.

 No está aquí conmigo para perder el tiempo sino para ganarlo.
 -"Me llamo Paula"- Me susurra mientras le miro sus labios color rojo sangre. Me gusta mirar a la boca, sobre todo cuando hay tanto ruido en el ambiente. Seguro que ha elegido esa tonalidad por algún motivo concreto. Quizás también tenga marcas en la piel como las mías. Quizá me esté leyendo ahora. Trato de recordar su nombre, con lo despistado que soy seguro que al amanecer no lo recuerdo. Paula, dice que se llama Paula. Joder, está tan cerca y hace tanto tiempo que... detengo mis pensamientos y la miro: -"Gorgonio"- carraspeo y repito -"Me llamo Gorgonio", joder que no note mi puta inseguridad.
Paula arquea las cejas sorprendida pero enseguida recobra la compostura, me devuelve otra sonrisa y me pide que la lleve a pasear. Que está harta de quedarse en un lugar lleno de muertos en vida. Que quiere por un momento sentir que es real. Y me elige a mí de entre todos los sonámbulos que deambulan esta noche.
Apura de un trago el último tiro de ron-cola. Sale del bar delante de mí. Me invita a salir sin decirme nada. Quiere que le mire el culo. Ella sabe que su reclamo ha funcionado. La sigo.

Nos enseñamos juntos la ciudad...
-"Ahí fue dónde mi mejor amiga me dijo que no podíamos seguir viéndonos porque su novio se ponía celoso"- le digo.
-"De todos los sitios has elegido el mismo rincón dónde él me dijo que sólo quería una follamiga".

Tenía razón, teníamos marcas parecidas, y ahora estaban dando a luz. No lloramos, no ahora, no cuando estamos juntos, no por el momento. Pero ambos estamos en constante alerta latente. Sangramos en la misma ciudad, eyaculamos recuerdos que nos empapan el corazón, se reseca, se resquebraja una vez más. Pero no nos importa, no ahora, no podemos permitírnoslo.

-"¿De dónde has salido?¿Quién eres realmente?"
-"Ya sabes la respuesta, deja de hacerte el remolón."

Y tenía razón. Era una desconocida familiar. Era la chica oxímoron, la chica imposible. Pero estaba ahí, a mi lado. Se abría despacio, tanteando el terreno. Tenía claro su objetivo, me leía. Leía mi inseguridad y quería ir con cuidado. Sabe que hay mucho que mostrar si se fluye correctamente. Sabe que nos podemos herir, apuñalar aquí y ahora. Criticarnos, dolernos y bajarnos de la nube. Es consciente de la marca que nos podemos dejar, aumentando así los rincones que nos ciegan de la ciudad, aquellos que no somos capaces de mirar de frente sin rompernos.

Somos ese pacto rabia con nosotros mismos que tratamos de sosegar: Todas esas decepciones condensadas en una noche, todo reabierto de nuevo por una conversación entre dos... ¿desconocidos?

Nota que me pongo algo tenso y pícaramente salta a decirme: -"Sólo mantienes una conversación de madrugada con una chica creada por ti. Dime que no mola un montón."

No quiero creer en sus delirios pero en el fondo sé que tiene razón. Asqueado con gran parte de mi vida aparece ella para iluminar mis noches de vez en cuando. Ya no me acordaba pero siempre ha estado ahí. Mis autoengaños se colapsan de forma frenética para mantener una mentira que me haga feliz. Triste feliz.

-"Seguro que no nos conocemos de nada, sé que por la mañana tu correo electrónico apuntado en la servilleta que llevo en el bolsillo se habrá borrado accidentalmente. Mojado por culpa de alguna cerveza y mis ganas de autodestrucción constante." Mierda, he dicho eso en voz alta. Me maldigo en mis cavilaciones.
-"A veces hablas como si nos conociéramos también fuera de tu cabeza."

De pronto me doy cuenta de que está en pijama, suena Damien Rice de fondo. Y empezamos a bailar sabiendo que acabaremos matándonos tarde o temprano. Sabiendo que vamos a dolernos como lo que escuecen los versos que sé que escribe. No me preguntes por qué, simplemente lo sé. La veo. La veo de verdad y entonces me doy cuenta de lo extravagante que es todo. Igual tiene razón, y no lo quiero creer. Igual sólo es producto de mi imaginación y por eso hace estas cosas, tan neuróticas. No atino a saber si estas palabras suenan en mi mente con una voz masculina o femenina. Temo estar perdiéndome entre desvaríos. Quizá me esté encontrando al fin. Cada noche que la vuelvo a recordar.

Carlota parpadea medio dormida mientras acaba de leer un relato más o menos mediocre de alguien que no es escritor y que seguramente tendrá ya algo de sueño. Entre las letras todo es posible se repite para sí misma. Aquí te puedes regocijar entre alter egos que alimenten tu locura, tu esencia en definitiva. Todo movido por el amor que se aprecia tras la ausencia de cada caricia mal puesta en otros cuerpos. Puede que no existas. Pero para mí eres real y sé que yo lo soy para ti. Y al fin y al cabo eso es lo que importa.

Paula, dice que se llama Paula. Espero recordarlo al amanecer. No acabaré diciendo "te quiero" aunque seas producto de mi imaginación, más que nada porque no te voy a permitir que formemos parte de esa sociedad que devalúa las palabras con tanta carga emocional como éstas, convirtiéndolas en lo más banal que te pueda salpicar a la cara. Buenos días.

 Att.: Tu alter ego opuesto, Gor.