domingo, 25 de diciembre de 2011

Escapando de la Gigante Roja V


Al fin, redujeron la velocidad de las naves y se dispusieron a aterrizar en lo que pareció ser la base militar en la que tantos siglos atrás había estado trabajando Eric junto a Harlan.
—Aquí el agente Leonard, pido permiso para aterrizar, cambio.
— ¿Señor? ¿Es usted? ¿Qué hace en una nave no identificada? Ya estábamos dispuestos a abrir fuego. ¿Cómo es posible? Tiene vía libre en la cuatro, espero que nos lo pueda explicar, cambio.
—Gracias, os lo explicaremos todo en seguida.

Ambas naves aterrizaron en la pista cuatro. Al salir se vieron sorprendidos por un Leonard de aspecto más joven y un puñado de soldados.
El agente del pasado se explicó. Les contó lo ocurrido y les informó el porqué estaban ahí, en ese momento. 
El mismo Harlan estaba ahora viendo lo ocurrido y llamó a su aprendiz. Eric del pasado se tornó y pudo reconocer la sonrisa de su maestro.
Todos bajaron las armas.
Los extranjeros que resultaban tan familiares fueron escoltados hasta la base militar. Una vez allí decidieron la manera óptima de solventar el conflicto que les acechaba. Ahora Harlan contaba con dos discípulos con los que poder trabajar.
Un mes más tarde, iniciaron la primera fase del proyecto E-404.
Lo que el huevo contenía fue una prueba irrefutable de que los extranjeros decían la verdad.
Se decidió comunicar la noticia a nivel global.
Dadas las pruebas de los hallazgos prehistóricos, las naves que nunca habían sido construidas y el testimonio de cada uno de los extranjeros que encajaba al juntar las partes el proyecto E-404 ganó la suficiente veracidad como para poner a todo el planeta a destinar fondos para la causa.
Los países que podían ayudar militarmente mandaron a sus soldados, los que tenían una mejor economía invirtieron grandes sumas en el proyecto.
Los principales problemas fueron los pequeños núcleos de concentración de gente que habían formado grupos rebeldes alegando que el estado les estaba engañando y sólo era una forma más de sacarles el dinero.
Pero poco a poco se fueron calmando al demostrar la verdad delante de sus ojos con pruebas para determinar el estado de envejecimiento de la cápsula.
El proyecto E-404 consistía en un plan para construir millones de naves como las que habían venido del exterior, copiando el diseño. Se pretendía realizar una evacuación del planeta antes de que el sol eliminase cualquier rastro de vida en el planeta.

Un año más tarde habían construido una cantidad considerable de sondas espaciales para obtener información de las estrellas más cercanas y conocer además si algún cuerpo se hallaba rondándolas.

Al cabo de un tiempo, lograron dar con un exoplaneta habitable de 2,4 veces el tamaño de la tierra que yacía a la distancia perfecta de la estrella anfitriona, Tau Ceti. Estaba custodiado por cuatro satélites naturales que serían los que habrían ayudado a parar decenas de impactos que debían de haber acechado dicho planeta extrasolar.

Diez años más tarde el planeta estaba preparado para ser habitado. A base de naves con cantidades ingentes de gas fueron creando una atmósfera más consistente para el mismo. A su vez se plantaron semillas de diferentes plantas de la Tierra.

Treinta años después la sociedad estaba preparada para el cambio. La cooperación de todo el planeta supuso la desintegración del egoísmo, la humanidad había aprendido a actuar como una verdadera raza de supervivientes.

Ahora millones de naves se alzaban e iniciaban su viaje hacia Tau Ceti, en la constelación de Cetus. Tanto humanos, como plantas y animales se dirigían hacia su nuevo destino. Poco a poco, con el paso de los años, el planeta Tierra fue desalojándose.

Hacía una noche despejada. De tal forma que el pequeño Charles Henderson corría sin miedo por el césped de su gran jardín. De pronto, algo le detuvo. En el firmamento, lleno de estrellas, pudo apreciar una que era diferente de las demás: una estrella de color rojo intenso, bastante grande, brillaba con intensidad. Su abuelo, Eric, le llamaba ahora para que volviera a casa, pues la cena se estaba enfriando.

Fin 


Por Elghor

Escapando de la Gigante Roja IV


Mientras tanto, a casi dos meses luz de la Tierra

— ¡Mirad esto! — exclamó Katie— ¡los niveles de radiación están subiendo de forma alarmante en el exterior!
—Sí —afirmó John—nos estamos acercando.
—Esta nave podrá soportarlo, en el interior estamos a salvo. Las instrucciones indican que en estas coordenadas es dónde se debe de producir el choque de gravedad resultante de las dos supernovas que ya son visibles a babor y a estribor —informó Paul.
—Cuando crucemos al otro lado viraremos el rumbo siete grados a estribor… —indicó John.
Los ojos marrones claros de Katie se posaron en la fría mirada que John mantenía; Paul actuó de la misma manera.
—John… ¿Por qué dices que debemos virar el rumbo? ¿Sabes algo que nosotros no sabemos? —preguntó la científica.
—Veréis… yo no soy quién vosotros creéis que soy…
—Explícate —Exigió Paul.
El marine les contó que él venía de un universo anterior, que él no sabía nada cuando empezó esa misión. Relató sin entrar en detalles que al cruzar por el punto que estaban ahora a punto de alcanzar aparecerían relativamente cerca de una nube de polvo cósmico inmensa. Si no viraban su rumbo pronto pasaría lo mismo que la última vez: las pequeñas partículas que viajan a una velocidad considerable en sentido contrario al de la nave más la propia velocidad de la misma acabaron por dejar daños críticos en los motores y parte del sistema de navegación. Una verdadera catástrofe que pagaron caro al llegar a la Tierra.
Como resultado Paul salió al exterior en contadas ocasiones para reparar la nave; pero en una de esas salidas una pequeña roca del espacio atravesó su cuerpo. Rápidamente, al ver que no había respuesta por parte de Paul, decidieron recoger el cable que mantenía unido al ingeniero a la nave, Katie trató de reanimarlo; para entonces estaban demasiado próximos a la Tierra y había que efectuar el aterrizaje. Uno de los motores terminó explotando con la presión atmosférica, la nave cayó en picado. John tuvo la habilidad de subirse en una de las pequeñas naves salvavidas Katie había sido alcanzada por el impacto de la explosión muriendo en el acto. Su dorado cabello se marchitó.
A medida que las palabras de John iban calando en la científica y el ingeniero, la nave iba entrando en la brecha.
—Rápido, todos a nuestras posiciones —advirtió Katie de repente.

Ahora se oía la voz de John, pero él tenía la boca cerrada. Luego se escuchó un grito. Y a continuación podía escucharse un murmullo de voces, John decidió que una de esas voces era la de Eduard pero no lo sabía con seguridad. Nadie entendía nada. La nave estaba siendo zarandeada de forma espantosa. La cabeza de Paul se había comenzado a desdoblar. Ahora tenía una cara mirando al frente y la otra mirando a John y a Katie. Ella lanzó un grito mostrando su miedo como acto reflejo, y John les comunicó que esto ya había pasado antes, que todo saldría bien. Al mismo tiempo, Paul había girado su cara y ahora les miraba a ambos, no entendía a qué venía ese grito de Katie. Todo volvió a la normalidad en unos segundos.
Tal y como había dicho John ahí estaba la nube de polvo cósmico, esperándoles.
Viraron el rumbo como habían acordado, pero no fue suficientemente rápida la maniobra y recibieron daños en los laterales de la nave.

Un par de meses más tarde estaban delante de un sistema solar familiar. Se acercaban por fin a la Tierra. Aún estaban lejos, así que decidieron mandar una sonda para asegurarse. Ésta, al cabo de unos días, retransmitía imágenes de una nave idéntica a la que ahora pilotaba Katie, en perfectas condiciones, que también se acercaba a la Tierra.

En dicha nave discutían ahora Leonard y Eric sobre el paradero del fugitivo y sus ignorantes ayudantes.
—Sabía que tenía razón —decidió al fin Eric al ver que la sonda que ellos habían enviado de exploración del sistema devolvía datos que indicaban que no estaban solos vagando por el Sistema Solar—. La otra nave aún no ha llegado.
—Oh… está bien, está bien, pero… ¿cómo es posible que hayamos llegado antes que ellos? —preguntó Leonard.
—A pesar de que nosotros entrásemos más tarde en la brecha hemos debido de toparnos con un choque de gravedad superior al que se toparon ellos. Ello debió alterar aún más el espacio provocando su correspondiente contracción del tiempo, lo que nos lleva a haber recorrido el mismo espacio que ellos a mayor velocidad—. Respondió Eric con convicción.
—¿Y dices que ahí está mi homónimo? —le abordó John con su particular y fría mirada.
—Sí, aunque el término que has expresado no es el correcto precisamente, pero ahí está.
—Nos ocultaremos en la Tierra y les esperaremos, dejaremos la honda en modo automático para que sea un satélite más de nuestro planeta azul —determinó Leonard.

Unas horas más tarde una nave se dibujaba en el firmamento, resultó un aterrizaje algo forzoso dado que había sufrido algunas averías no demasiado severas. De la nave salieron airosos dos hombres y una mujer. Más que preguntarse el dónde, se preguntaban el cuándo. De pronto les abordaron tres hombres más que hasta el momento habían permanecido invisibles a sus ojos.
Los primeros levantaron las manos, sorprendidos. Los segundos empezaron a acusar a John de su delito mientras les apuntaban con unas novadísimas armas de fuego.
El marine decidió lentamente bajar una mano para sacar algo del bolsillo interior de su chaqueta, mientras tanto iba hablando, ganando la confianza de sus agresores.
Ellos le dieron una oportunidad de justificarse.
Al fin, de su bolsillo salió una nota. Caminó lentamente y se la acercó a Eric.
<<No puede ser… es mi letra, pero yo nunca he escrito esto>> —Bajad las armas —sentenció.
—Eso lo escribió tu doble del pasado y lo introdujo en la nave, por lo visto nadie más sabía este dato, yo fui el primero en encontrar la nota y decidí guardármela. Me sorprendieron las instrucciones adyacentes que allí leí, a su vez me prepararon para lo que iba a sucedernos —explicó John haciendo referencia a su equipo.

Una vez aclarado el entuerto decidieron aliarse para solventar el problema que llevaba ya varios universos quedando aplazado. Decidieron usar la tecnología de la que disponían para iniciar un viaje adelante en el tiempo, no se moverían del lugar en el que estaban pero si avanzarían cronológicamente hablando.

Empezaron a confeccionar el plan que cambiaría el destino del mundo. Optaron por viajar a la fecha en la que el huevo metálico se encontró. Para ello decidieron enterrar la cápsula dónde la habían encontrado hacía tanto tiempo. El mayor problema resultó a la hora de escapar de una mandada de mamuts que trotaban ahora hacia ellos. Ante el peligro, Eduard abatió a uno de ellos, ganando así algo de tiempo. Todos subieron a las naves, se colocaron a una altura prudente e iniciaron el proceso de comprensión del tiempo que les rodeaba. Dejaron el piloto alerta encendido para que fuera esquivando y calculando las diferentes trayectorias de cuerpos que podrían pasar por el mismo espacio en el que estaban ellos. 


Por Elghor

Escapando de la Gigante Roja III


— ¿Quieres decir que los cambios que han ocurrido en este universo son a consecuencia de ese tercer tripulante?
—Exacto. He observado que la expedición se realizará el día 12 de febrero, dentro de 7 años exactamente. Seguramente el agente Leonard contratará a 3 tripulantes. Según los informes serán la científica Katie, el experto en aeronáutica Paul y el marine John —tomó aliento y siguió hablando—no podemos permitir que una persona cambie el destino del mundo a su favor. Según mis cálculos no le debería de quedar mucho combustible quizás lo suficiente para 3 ó 4 paradas en el tiempo. Ello no le permitió hacer muchos cambios pero sí obtener datos.
—De tal forma que es probable que vuelva a este momento de la historia para cambiarlo todo y crear su propio universo a su imagen y semejanza. ¡No podemos permitirlo! —elevó la voz Eric, alarmado.
—Lo primero que tenemos que hacer es ocuparnos de los fallos que debió de tener la primera nave. Resulta extraño que se estrellase. Según los informes perdieron la comunicación al atravesar el rasgado del espacio. Bueno —se corrigió a sí mismo cuando detecto que Eric iba a realizar una observación al respecto—primero deberíamos construir la nave y procurar mantener esto en secreto —. Eric cerró la boca. Charles sonrío sin dejar mostrar sus dientes.

Siete años más tarde la nave había sido completada y las correcciones oportunas llevadas a cabo.

John Moore yacía en el suelo de su cocina: un charco rojizo se diluía con otro blanquecino. Un John cerca de un año más envejecido que el que estaba tumbado recogía ahora un tetrabrik de leche y lo apoyaba sobre la encimera. Luego camina hacia la puerta y abre un cajón que todavía no había inspeccionado: ahí estaba la carta que había cambiado toda su vida por completo.

12 de febrero, 7:30 a.m.

—Mire profesor ahí llegan los tres tripulantes —advirtió Eric.

<<Pero no parece haber nada extraño>> pensó Eric al recordar que quizá sólo quizá un John Moore del pasado podría estar ahí mismo en estos momentos. Luego se dijo a sí mismo que quizá John habría podido acabar sin combustible, perdido en alguna época del pasado; o quizá decidió ganar algún juego de azar y ahora se halle disfrutando de unas robadas vacaciones…

—Ya van a despegar —Charles sacó de sus pensamientos a Eric con esta última afirmación.

Eric alzó la vista y le pareció que mientras Leonard daba el discurso de despedida a los tres tripulantes John le había dirigido una mirada. Pero eso era imposible dado que estaban en otra habitación y, que él supiera, John no podía ver a través de los espejos que hacen las veces de cristales transparentes por el otro lado…

<<Sólo son imaginaciones tuyas >> pensó tratando de calmarse. <<Todo está en orden>>

—Eric, no te preocupes, todo irá bien. Sabes que los cambios que aquí se hayan efectuado no van a repercutir en el siguiente universo a no ser que alguien realice el cambio de nuevo y eso no va a ocurrir dados los nuevos parámetros que hemos reajustado para que la nave llegue al tiempo adecuado y no a una época en la que el ser humano aún estaba aprendiendo a caminar.

Unos días más tarde una carta del gobierno fue encontrada debajo de un armario por el marine John Moore. La fecha de respuesta había expirado hacía ya algunas semanas. Aún así el marine fue a la base militar a la cual le habían citado. Desde su encuentro con quién él creyó que fue su hermano gemelo y el accidente por el cual quedó inconsciente habiendo derramado consigo un tetrabrik de leche no había parado de darle vueltas al mismo tema: Su supuesto hermano gemelo, un doble como él vagando por las calles y nunca había sabido nada del mismo...

Se había presentado en su casa de golpe. Unos minutos antes había escuchado unos disparos así que decidió sacar de debajo de su almohada una antigua Beretta 92 que en tantas misiones le había acompañado. Un hombre alto y ancho de espaldas se hallaba ahora buscando algo entre los cajones del armario de la cocina. Un disparó de aviso sonó en la habitación. Luego se dio cuenta de que no quedaban balas y al ver que el otro hombre no respondía corrió a embestirlo con su potente envergadura, cual fue su sorpresa al descubrir que el hombre que ahora le estaba esquivando ágilmente tenía su mismo rostro. Con la estupefacción se dio de bruces contra la encimera y cayó en el suelo inconsciente.

Ahora tenía una pista: La carta del gobierno.

Un día más tarde un marine que decía llamarse John Moore se presentaba a las puertas de la base militar en la que se encontraba el agente Leonard. Le dejaron entrar, le metieron en una sala y cerraron la puerta con llave. Mientras tanto Eric, el profesor Harlan y el agente Leonard discutían sobre la situación actual.
—Al final el John del pasado logró venir hasta aquí —Harlan dejó caer un suspiro.
—Pero mire profesor, este John parece más joven.
—¡Cielo santo, es cierto! Hemos permitido, por error, que el otro John suba a la nave —alarmado, Leonard empezó a pensar la forma de solucionar esta terrible confusión—. Hay que hacer otro viaje y enviaremos a éste John para que detenga al otro, no puede tener buenas intenciones —sentenció severamente.
—Pero él solo no puede ir —pensó Eric en voz alta— quizá deba ir yo también —aseveró.
—Y yo podría unirme en esta misión, somos todos conscientes de que dejaremos todo atrás y jamás regresaremos, es un sacrificio en beneficio de la humanidad… de la siguiente humanidad—Leonard había decidido su futuro y se dirigió a Eric una vez más— ¿Seguro que estás dispuesto a venir? No nos vendría mal alguien con tu talento. Además eres el mejor alumno de Harlan y tú ayuda en la nave nos sería de gran ayuda
Eric afirmó con rotundidad aún viendo que la pregunta de Leonard parecía no admitir una respuesta negativa y parecía estar coaccionándole, él estaba decidido y por su propio pie quiso adentrarse en esa heroica misión.

John estuvo esperando cerca de una hora hasta que al fin se dignaron a comunicarle la situación y a pedir disculpas por la forma en la que le habían tratado. Cuando le contaron la situación John se había quedado de piedra. Resultó ser que el otro John no era su hermano gemelo, era un doble de sí mismo que había nacido hacía miles de milenios. Tras comprender la gran verdad de lo que estaba pasando decidió unirse a ese viaje.


Dicho y hecho, un par de meses más tarde tuvieron lista una segunda máquina, réplica de la primera. Harlan ya estaba demasiado mayor para esos viajes; se quedó en la zona de control para que todo saliera bien, les deseo buena suerte y esa fue la última vez que los vio.

Por Elghor

Escapando de la Gigante Roja II


—Buena suerte. John, Katie, Paul —los nombró uno a uno reposando su mirada en cada uno de ellos—. Tened cuidado, como ya sabéis tenéis todo lo que necesitáis en el ala oeste de la nave. Nos mantendremos en contacto.
Y con estas palabras de despedida por parte de Leonard, los tres tripulantes se introdujeron en la nave.

—Prácticamente es enviarlos a una muerte segura, no podrán hablar con la Tierra una vez hayan cruzado —dictaminó Eric una vez más, en voz baja y con un tono tembloroso.
—Las cartas están echadas, ya es demasiado tarde, además, son expertos, pueden hacer aterrizar una nave… no te preocupes —trató de tranquilizarlo el profesor.
—Eso espero —respondió su más prometedor alumno.
<<Eso espero>> Pensó para sí.

Millones de milenios más tarde entre los restos fósiles de un mamut adulto se hallaba un extraño artefacto con forma de huevo, cadáveres humanos y restos de piezas de una aleación poco común.

<<Qué raro>> Pensó Diana, una chica de pelo castaño claro que lucía una gorra blanca, una camisa de tirantes de color verde turquesa y unos vaqueros que tapaban una parte de sus botas de montaña marrones.

No sabía si llamar a Eric su antiguo novio con el que ahora mantenía una relación de pura amistad o si dejarlo en manos de sus superiores. Al final optó por la primera opción.

Hacía tanto sol que decidió hacerse una coleta antes de desenterrar nada más. Sacó su pincel, un martillo y un cincel del estuche y empezó el cuidadoso trabajo de extracción.

Unos días más tarde un pesado paquete cuyo remitente era Diana llegaba al piso de Eric. En su interior se encontraba un extraño huevo metálico, dos pares de dentaduras (lo que quedaba de ellas), y un trozo de metal oxidado.

Eric examinó el hallazgo que su amiga le había enviado con detenimiento. Optó por mostrárselo a Charles, un hombre cuyo pelo canoso empezaba a trepar por su oscura cabellera, un aspecto algo huesudo pero sano. Se trataba de su profesor de ciencias. Un hombre muy cultivado.

—E-404… qué curioso, parecía imposible que… ¡oh!... fascinante... —farfullaba Charles mientras sostenía en su laboratorio el extraño huevo.
— ¿De qué se trata profesor? —preguntó con mucha curiosidad Eric.
— No te sabría decir con exactitud pero me parece que esto es tecnología de nuestro tiempo —conjeturó Charles.
—¿De nuestro tiempo? —Eric se había quedado atónito—pero eso es imposible…
—Yo también estoy sorprendido hijo, seguro que dentro de este artefacto hay algo importante, tenemos que descubrir qué es y cómo ha llegado hasta aquí.

Un mes más tarde encontraron la forma de abrir el Huevo E-404.
<<Imposible, todo era cierto, todas mis suposiciones… >> Charles estaba realmente fascinado. Tenía un gran poder en sus manos. Toda la información de lo que ocurrió hace millones y millones de años.

—Qué raro…
—¿Qué ocurre profesor?
—Según los últimos datos de estos informes dice que tres tripulantes subieron a la nave.
—¿Tres? De tal forma que uno de ellos está por ahí fuera, en algún lado vagando…
—Exactamente hijo. Pero además hay algo más, un código ilegible para mí. Quizás tú puedas descifrarlo.
— ¡Qué honor profesor!

Eric se encerró en su estudio y se puso a examinar ese trozo de código durante unos días.

—Sorprendente —se decía para sí mismo Eric en voz baja.
Había dado con algo en lo que él mismo estuvo trabajando años atrás, un código que sólo él conocía y podía desencriptar. Pero eso ya era más que imposible. Él jamás había llegado a usar su código secreto y tampoco había visto nunca ese extraño huevo. Todo parecía indicar una verdad de la que no estaba seguro poder aceptar.

<<Todo se está repitiendo una y otra vez>>

Según sus conjeturas el universo debía de nacer en un momento dado y expandirse cada vez más y más hasta llegar al nivel de entropía cero del mismo. Es decir, ausencia total de movimiento molecular, un orden perfecto, perfecto y muerto. Un equilibrio eterno.

No pudo resistirse a contar sus hallazgos al profesor Harlan.
Charles no se sorprendió al escuchar las palabras de su discípulo, ya se lo olía. Le propuso una explicación ante tal evento:
—Imagina una onda estacionaria. Una línea que es curva, estable con el mismo período y amplitud de onda.
—Sí —asintió Eric mientras visualizaba en su mente a dos niñas con una cuerda agitada por una de ellas hacía arriba y hacia abajo.
—Ahora supón que una partícula que hiciera las veces de cada uno de los nodos de la onda se metiera a través de una sábana denominada Tiempo y de otra que está debajo de ella denominada Espacio. Y a posteriori volviera a salir al cabo de un cierto período.
— ¿Me estás tratando de explicar que esa partícula de la onda es capaz de rasgar el tejido espacio-tiempo cada X tiempo y que a raíz de dicho fenómeno se crea un universo?
—Veo que te he enseñado bien —Charles sonrío y Eric por acto reflejo también.
—Precisamente todo ocurre exactamente igual en cada universo. Eso tiene que ver con que la onda es exactamente la misma, por eso la dispersión del espacio es idéntica en todos los universos que se crearon. Y estoy seguro de ello porque de otra forma no habría podido acabar la nave en la Tierra. La probabilidad de que haya sido algo causal es mínima por no decir nula. Además de que en los informes constan el mismo número de planetas en su galaxia y con la misma distancia. No cabe duda. Como si una gota de agua cayera periódicamente en el espacio del lago.
—Pero… ¿qué hay del ser humano? Él sí puede cambiarlo todo. Estos dos tripulantes y el tercero que aún desconocemos nos han demostrado que han ocurrido cosas diferentes. La guerra del siglo XXIII la ganó el general Leng y no Hee. La dictadura de…
—Menudo universo, todo era tan diferente entonces… —le cortó Charles—técnicamente las neuronas, así como los planetas, están predestinados a ir a un sitio en concreto en un tiempo determinado pero si una idea o información que no debería existir entra en la mente de una persona todo puede cambiar. 

Por Elghor

Escapando de la Gigante Roja I



—Hemos vuelto al punto de partida, Eric —dejó que las palabras fueran cayendo por su propio peso a medida que las pronunciaba con una clara connotación de frustración y abatimiento.
—Ánimo profesor, ya casi lo teníamos… —miró a los ojos claros de Charles—. Nos queda la opción de la cápsula.
—La cápsula —repitió para sí mismo Charles Harlan en un tono que rozaba lo inaudible—. Por lo menos ellos tendrán los conocimientos suficientes. Habrá que dejar a un lado el egoísmo y empezar a construir la cápsula —recapituló en voz alta para que su discípulo, Eric Henderson, pudiera escucharle.

Millones de milenios más tarde entre los restos fósiles de un mamut adulto se hallaba un extraño artefacto con forma de huevo.
Diana retiró un mechón de pelo rebelde de su cara de vuelta a su lugar detrás de la oreja y con un pincel sacó el polvo que recubría el extraño huevo metálico. Podía leerse ahora un grabado: “E-404”. Sin pensárselo dos veces retiró el huevo del resto de los hallazgos y lo metió en una caja de madera. Unos días más tarde Eric recibía la caja y, sorprendido por su contenido, corrió a enseñarle al profesor Harlan tal descubrimiento.

Él y Charles estuvieron durante dos meses investigando el misterioso huevo. Contenía un código con instrucciones precisas para construir una máquina. Según las conjeturas de Charles dicha máquina podría servir para transportar seres humanos de este tiempo a un tiempo futuro que de otra forma jamás llegarían a ver. Viajar al pasado resultaba imposible pero no estaba escrito que con la suficiente potencia no se pudiera viajar al futuro. Si tenemos la energía necesaria para alcanzar la velocidad cercana a la de la luz y localizar algún pliegue en el espacio-tiempo se podría conseguir.

Para que su alumno lo entendiera mejor le explicó en forma de metáfora:
—Imagina una fina hoja de papel que denominaremos Tiempo y otra debajo de ésta que denominaremos Espacio. La gravedad hace que el espacio se curve. Con la colisión de dos supernovas, o con la muerte de una gran estrella se podría lograr que el espacio se replegase sobre sí mismo debido a la potente fuerza de gravedad hasta el punto de crear una ruptura. Cómo si dos placas de plastilina estuvieran tan juntas que se fusionasen.
—Ah, entonces… si clavo un lápiz en el papel denominado Espacio afectaría también al papel denominado Tiempo. ¿Es eso?
—Ya lo vas cogiendo —-Charles sonrío.
—De tal forma —prosiguió Eric—que si la máquina lograse entrar ahí podríamos viajar mucho más rápidamente al futuro.
—Pero no podríamos volver —le advirtió su profesor clavando sus ojos claros sobre el inteligente joven que tenía delante de él—. Es unidireccional.

Unos años más tarde llegaba una carta al apartamento de John: un marine del que requerían su atención para una última misión. John era ancho de espaldas, alto y con una mirada dura y fría. No tenía familia, no tenía amistades. Toda su vida dedicada al servicio de la patria. Era perfecto para esta misión. <> pensaba John mientras miraba las nubes a través de la ventanilla del avión.

El agente al mando de la operación E-404, Leonard, llevaba ya varios años a su espalda, visibles en las arrugas de su cara, una tez tostada y una desagradable cicatriz en la mejilla derecha de su rostro.
—John, Katie, Paul. Están en esta sala porque han accedido a participar en esta misión de alto secreto —Leonard hizo una pausa breve y tomó aire—. Ya sabéis que es probable que ninguno de los tres regreséis con vida —realizó una pausa más y prosiguió—vuestra misión consistirá en subir en esa nave que podéis observar a vuestra derecha y enviar un mensaje que…
—¿Qué mensaje? —interrumpió descaradamente John.
—Eso es información confidencial. No os puede ser revelada, es demasiado importante. En este mecanismo al que hemos denominado “Huevo E-404” se esconde la información que tenéis que hacer llegar a un tiempo concreto en un lugar concreto —miró uno por uno a los tres: el alto y fuerte John, la atlética e inteligente Katie y el corpulento de manos grandes, Paul. Ignorantes de que jamás iban a volver. Y prosiguió hablando—todas las instrucciones están en la base de datos de vuestra nueva nave, tenéis 2 semanas para prepararos desde hoy.
—Perdonad —se disculpó Leonard—se me olvidaba, todos estáis alojados en el hotel de la calle Glasgow. Y si no hay más dudas —efectuó una pausa—podéis retiraros.

Desde la habitación contigua Eric y Charles miraban a través de un cristal que hacia las veces de espejo por el otro lado de la habitación.
—No podemos permitir que esas personas hagan esto. Es cruel —Eric se expresaba con voz temblorosa.
—Ellos son los adecuados para esta misión. Ninguno de ellos deja nada atrás en el pasado, sólo miran hacia el futuro. Además, si Leonard dice que debe ser así no podemos cuestionarle. Sin él nada de nuestro trabajo habría sido posible —Charles suspiró y bajó la voz—. Yo tampoco veo bien que tres personas pierdan sus vidas. Pero cuando lleguen a su destino no estarán solos, tenemos ese consuelo para ellos.
—Ya… pero por lo menos podrían saber la verdad…
—No debes interferir en esos asuntos Eric, déjalo estar.
La conversación terminó en ese momento; pero Eric se mostraba inquieto. Se puso a trabajar en un proyecto personal y ambicioso para cambiar algunas cosas aunque solo viesen el resultado los del futuro y no él.

Dos semanas más tarde, a cuarenta minutos antes del despegue, una figura salía de la nave rápidamente y se dirigía a los lavabos.

— ¿Dónde se habrá metido este chico? se va a perder el gran momento que tantos años hemos estado esperando —Charles pronunciaba en susurros esas palabras cuando...
— Profesor Charles ¿qué me he perdido? —de pronto Eric había aparecido en la sala a 20 minutos del lanzamiento.
—Nada, estamos a punto de empezar. ¿Dónde te habías metido?
—Tuve un problemilla de última hora que tenía que solucionar con Diana —mintió Eric—. Pero ya está todo aclarado—concluyó con una sonrisa.
—Me alegro entonces. Vaya, te has manchado la bata…
—Mire profesor ahí llegan los tres tripulantes —le cortó rápidamente Eric a Charles aprovechando la ocasión de poder desviar el rumbo que la conversación estaba tomando.

Era de noche, pero la luna devolvía con fuerza una luz rojiza que le llegaba del sol. No le quedaban demasiados siglos antes de que se tornase una gigante roja.


Escapando de la Gigante Roja

Escapando de la Gigante Roja es un relato que escribí con propósito de publicar en cierto E-book de Novelia. Al final debido a cierta crítica decidí dejarlo correr y plasmarlo aquí para que quede registrado al menos en mi diario personal virtual y no se quede en el olvido.


Tuve que condensar mucha información nacida de la imaginación en un máximo de 10 páginas. El relato avanza de una forma agresivamente rápida. Me pedían escribir un cuento y, erróneamente, lo que pensé era para un relato algo más largo. Mi error quizás fue el querer condensar todo eso en lugar de haber hecho algo más adecuado para la envergadura a la que estaba destinado ser.


El relato está dedicado con cariño a las novelianas que me acompañaron cálidamente en su día y también a los pocos novelianos que residen en el foro. Gracias por dejarme las llaves que abrirían las puertas de la parte derecha de mi cerebro y así poder fluir con las musas como es debido.


A continuación iré fragmentando el relato para que resulte más ágil su lectura.


Feliz Navidad NovelianS
Feliz Navidad BloguerS
Feliz Navidad Amistades, tanto las que siguen como las "olvidadas"



Por Elghor

viernes, 2 de diciembre de 2011

La justa dependencia

Me mareo entre las idas y venidas de los sentimientos. Necesito sentirme en mí. Dar sentido a mi vida por mí mismo sin factores externos. Está claro que una vida real es compartida pero... no por ello se ha de carecer de amor propio autogestionado por uno mismo.

Necesito reencontrarme. También necesito tener un objetivo, un futuro algo más claro de lo que ahora está. Veo como me voy directo al Vacío que es un Todo también, y eso da algo de miedo. Pero quizás haya tenido que pasar por la experiencia madrileña para ahora hacer de mi valor un punto de anclaje positivo emocional al que aferrarme cuando tenga miedo. Uno es valiente cuando el miedo tiene enfrente y su objetivo consigue sin dejar que le frene no?

Poco a poco, navegando en la incertidumbre, esperemos un oleaje divertido.

Por Elghor, por el navegante en una noche nublada sin brújula por la cual orientarse.