domingo, 25 de diciembre de 2011

Escapando de la Gigante Roja IV


Mientras tanto, a casi dos meses luz de la Tierra

— ¡Mirad esto! — exclamó Katie— ¡los niveles de radiación están subiendo de forma alarmante en el exterior!
—Sí —afirmó John—nos estamos acercando.
—Esta nave podrá soportarlo, en el interior estamos a salvo. Las instrucciones indican que en estas coordenadas es dónde se debe de producir el choque de gravedad resultante de las dos supernovas que ya son visibles a babor y a estribor —informó Paul.
—Cuando crucemos al otro lado viraremos el rumbo siete grados a estribor… —indicó John.
Los ojos marrones claros de Katie se posaron en la fría mirada que John mantenía; Paul actuó de la misma manera.
—John… ¿Por qué dices que debemos virar el rumbo? ¿Sabes algo que nosotros no sabemos? —preguntó la científica.
—Veréis… yo no soy quién vosotros creéis que soy…
—Explícate —Exigió Paul.
El marine les contó que él venía de un universo anterior, que él no sabía nada cuando empezó esa misión. Relató sin entrar en detalles que al cruzar por el punto que estaban ahora a punto de alcanzar aparecerían relativamente cerca de una nube de polvo cósmico inmensa. Si no viraban su rumbo pronto pasaría lo mismo que la última vez: las pequeñas partículas que viajan a una velocidad considerable en sentido contrario al de la nave más la propia velocidad de la misma acabaron por dejar daños críticos en los motores y parte del sistema de navegación. Una verdadera catástrofe que pagaron caro al llegar a la Tierra.
Como resultado Paul salió al exterior en contadas ocasiones para reparar la nave; pero en una de esas salidas una pequeña roca del espacio atravesó su cuerpo. Rápidamente, al ver que no había respuesta por parte de Paul, decidieron recoger el cable que mantenía unido al ingeniero a la nave, Katie trató de reanimarlo; para entonces estaban demasiado próximos a la Tierra y había que efectuar el aterrizaje. Uno de los motores terminó explotando con la presión atmosférica, la nave cayó en picado. John tuvo la habilidad de subirse en una de las pequeñas naves salvavidas Katie había sido alcanzada por el impacto de la explosión muriendo en el acto. Su dorado cabello se marchitó.
A medida que las palabras de John iban calando en la científica y el ingeniero, la nave iba entrando en la brecha.
—Rápido, todos a nuestras posiciones —advirtió Katie de repente.

Ahora se oía la voz de John, pero él tenía la boca cerrada. Luego se escuchó un grito. Y a continuación podía escucharse un murmullo de voces, John decidió que una de esas voces era la de Eduard pero no lo sabía con seguridad. Nadie entendía nada. La nave estaba siendo zarandeada de forma espantosa. La cabeza de Paul se había comenzado a desdoblar. Ahora tenía una cara mirando al frente y la otra mirando a John y a Katie. Ella lanzó un grito mostrando su miedo como acto reflejo, y John les comunicó que esto ya había pasado antes, que todo saldría bien. Al mismo tiempo, Paul había girado su cara y ahora les miraba a ambos, no entendía a qué venía ese grito de Katie. Todo volvió a la normalidad en unos segundos.
Tal y como había dicho John ahí estaba la nube de polvo cósmico, esperándoles.
Viraron el rumbo como habían acordado, pero no fue suficientemente rápida la maniobra y recibieron daños en los laterales de la nave.

Un par de meses más tarde estaban delante de un sistema solar familiar. Se acercaban por fin a la Tierra. Aún estaban lejos, así que decidieron mandar una sonda para asegurarse. Ésta, al cabo de unos días, retransmitía imágenes de una nave idéntica a la que ahora pilotaba Katie, en perfectas condiciones, que también se acercaba a la Tierra.

En dicha nave discutían ahora Leonard y Eric sobre el paradero del fugitivo y sus ignorantes ayudantes.
—Sabía que tenía razón —decidió al fin Eric al ver que la sonda que ellos habían enviado de exploración del sistema devolvía datos que indicaban que no estaban solos vagando por el Sistema Solar—. La otra nave aún no ha llegado.
—Oh… está bien, está bien, pero… ¿cómo es posible que hayamos llegado antes que ellos? —preguntó Leonard.
—A pesar de que nosotros entrásemos más tarde en la brecha hemos debido de toparnos con un choque de gravedad superior al que se toparon ellos. Ello debió alterar aún más el espacio provocando su correspondiente contracción del tiempo, lo que nos lleva a haber recorrido el mismo espacio que ellos a mayor velocidad—. Respondió Eric con convicción.
—¿Y dices que ahí está mi homónimo? —le abordó John con su particular y fría mirada.
—Sí, aunque el término que has expresado no es el correcto precisamente, pero ahí está.
—Nos ocultaremos en la Tierra y les esperaremos, dejaremos la honda en modo automático para que sea un satélite más de nuestro planeta azul —determinó Leonard.

Unas horas más tarde una nave se dibujaba en el firmamento, resultó un aterrizaje algo forzoso dado que había sufrido algunas averías no demasiado severas. De la nave salieron airosos dos hombres y una mujer. Más que preguntarse el dónde, se preguntaban el cuándo. De pronto les abordaron tres hombres más que hasta el momento habían permanecido invisibles a sus ojos.
Los primeros levantaron las manos, sorprendidos. Los segundos empezaron a acusar a John de su delito mientras les apuntaban con unas novadísimas armas de fuego.
El marine decidió lentamente bajar una mano para sacar algo del bolsillo interior de su chaqueta, mientras tanto iba hablando, ganando la confianza de sus agresores.
Ellos le dieron una oportunidad de justificarse.
Al fin, de su bolsillo salió una nota. Caminó lentamente y se la acercó a Eric.
<<No puede ser… es mi letra, pero yo nunca he escrito esto>> —Bajad las armas —sentenció.
—Eso lo escribió tu doble del pasado y lo introdujo en la nave, por lo visto nadie más sabía este dato, yo fui el primero en encontrar la nota y decidí guardármela. Me sorprendieron las instrucciones adyacentes que allí leí, a su vez me prepararon para lo que iba a sucedernos —explicó John haciendo referencia a su equipo.

Una vez aclarado el entuerto decidieron aliarse para solventar el problema que llevaba ya varios universos quedando aplazado. Decidieron usar la tecnología de la que disponían para iniciar un viaje adelante en el tiempo, no se moverían del lugar en el que estaban pero si avanzarían cronológicamente hablando.

Empezaron a confeccionar el plan que cambiaría el destino del mundo. Optaron por viajar a la fecha en la que el huevo metálico se encontró. Para ello decidieron enterrar la cápsula dónde la habían encontrado hacía tanto tiempo. El mayor problema resultó a la hora de escapar de una mandada de mamuts que trotaban ahora hacia ellos. Ante el peligro, Eduard abatió a uno de ellos, ganando así algo de tiempo. Todos subieron a las naves, se colocaron a una altura prudente e iniciaron el proceso de comprensión del tiempo que les rodeaba. Dejaron el piloto alerta encendido para que fuera esquivando y calculando las diferentes trayectorias de cuerpos que podrían pasar por el mismo espacio en el que estaban ellos. 


Por Elghor

No hay comentarios: