viernes, 30 de octubre de 2009

La diferencia




Entre una hoja en blanco y otra con grafito hay un paso importante que no se basa en la cantidad sino en la calidad.
La diferencia esta en que, al principio, aunque cualquiera que mire la hoja vea cuadraditos en blanco tú ves un inmenso espacio en el que poco a poco sabes que van a aparecer sentimientos impresos. Y, al final, no eres el único que puede ver en esa hoja lo que sientes.
La diferencia reside en que, al comienzo, tienes demasiada información en la cabeza, demasiado ruido. Y, al final, todos los datos han sido condensados y enfocados, todas las ideas se han ido organizando.
Sólo cuando escuchas de verdad es cuando estás con todos tus sentidos alerta, cuando estás completamente receptivo.
La diferencia radica en que, al principio, empiezas una conversación. Y, al final, te sientes mejor por haber compartido tus propios sentimientos contigo, sabido escucharte, por haberte conocido un poco más, pero sobre todo porque poco a poco has dado con las preguntas correctas.
La diferencia se hace notar en que, al comienzo, tan sólo es una hoja más, una hoja de serie que venía en un paquete de 100, todas ellas iguales. Y, al final, ya no es una hoja normal y corriente sino única entre todas las que pueda o pudo estar rodeada. Pero sólo es especial para ti, porque para el resto de las personas no dejará de ser una hoja normal y corriente que viene empaquetada con otras 99.
La diferencia se puede encontrar, si te fijas, en que, al principio, todo esta completa y únicamente en tu interior. Y, al final: has reído, has compartido, has sangrado. Has derramado: cada carcajada, pensamiento, gota de ese líquido espeso que corre por tus venas, lágrimas en forma de palabra escrita.
Una forma plausible por la cual te has liberado casi en tu totalidad.
La diferencia más significativa entre el principio y el final es que han pasado 27 minutos. 1620 segundos en los que has sido testigo de cual es tu poder de abstracción, de saber crear ese búnker en el que permanecer a salvo del resto de amenazas emocionales. 27 momentos únicos disfrutando de tu presencia. 1620 reflejos en los que tu mente y tu corazón contemplaban el mismo espejo.
27 jugadas de ajedrez para que la razón y los sentimientos al final optasen por decir: “Tablas”.
La diferencia resultó ser 27.



Por Elghor, por los momentos contigo mismo.

sábado, 24 de octubre de 2009

: : : Evocaciones : : :

Una mirada tras una ventana en un día de lluvia, o desenfocada por efecto de la evasión. Gente que pasa alrededor, más ninguna de sus miradas reparan en ti. A lo lejos, alguien alza un brazo en señal de saludo; tú, sorprendido, le respondes con el mismo gesto. Al momento, te percatas de que una vez más la mirada no iba dirigida hacia ti.
Una rutina, ojos rojos, quizás por la polución, e irrespetuosidad de tus congéneres, tal vez por la pantalla que todos los días has de observar, o a lo mejor por los sábados que no perdonas.
Cuatro paredes que mantener, sumadas a tu estado de ánimo que tanto varía.
Vueltas y más vueltas en la cama, entre los sueños y tu vida social. Vuelta a empezar, una y otra vez.
Un día cualquiera, como otros tantos, te paras, miras al cielo, esperando ver si algo cae, si las estrellas te devuelven la mirada que muchas otras noches ya lanzaste. Luego, al ver los, a tu parecer, equivocados resultados de tus actos, vuelves a bajar la vista, todo sigue igual, sabes que has de seguir adelante, y confías en que algo llegará…Esperas, te evades, vuelves a la realidad, otra vez te encuentras contemplando la dichosa pantalla y, no mucho más lejos, en la calle, otros tantos no se ven tan distintos a ti, miradas perdidas, algunas aún con la inocente felicidad, otras con las arrugas de la experiencia. Sigues pues, buscando un camino, una luz, un milagro que te lleve por el terreno del ascenso y la superación personal.
Una noche cualquiera, como otras tantas, estallas a llorar con tu almohada como hombro en el que apoyarte, las sábanas no son suficiente para tapar todo lo que sabes, lo que has hecho, una vez pasada la barrera de la ignorancia, quieres volver a ella, pero esta noche… esta noche no vas a dormir, vas a plantearte una forma de subir al cielo, coges las pastillas con cara sonriente y, sin más, tratas de estar en paz.
Te encuentras en oscuridad, estás tranquilo, no sientes preocupaciones, no sientes nostalgia, no piensas que te pueda pasar nada porque no sientes nada, no obstante al momento ves una luz, una luz intensa, y sientes un terrible dolor en la cabeza, te cuesta respirar, pero ahora ya sientes algo, tu corazón sigue donde estaba, oyes voces y al momento todo vuelve a desaparecer, sigues tranquilo, ya no recuerdas que ha pasado, piensas que era sólo un sueño. No pasan apenas para ti unos minutos cuando vuelves a oír un llanto, un llanto que ahora recuerdas, que muchas otras veces habías oído, sientes como te cogen de la mano, tienes dudas, sientes algo que hacía mucho que no sentías. Es el momento de abrir los ojos, ya en el presente, una joven está a tu lado, creías que estabas solo, pero ahí está, la chica de las fotocopias, la de los recados.
Entonces reparas, piensas en todas las miradas que te había lanzado, en todas las que eludiste porque creías que no iban para ti, si no para algún otro… Tan cerrado estabas en ti mismo, que te estabas perdiendo muchas de las oportunidades que la vida te daba. Además, ahora ves que tú mismo eras una de esas personas que no se fijaban a su alrededor, veías cómo se comportaba la gente, pero debido a tu forma de pensar, en ningún momento se te ocurrió que alguna mirada podría ser para ti…De todas formas, ahora, sólo importa el presente, lo que tienes delante, así que tu mirada perdida se va enfocando poco a poco, mientras se la devuelves, y por primera vez en mucho tiempo lanzas una sonrisa sincera, algo torcida por la falta de costumbre, pero la corriges, y empezáis a hablar. Ella te cuenta tranquilamente lo que ocurrió y lo nerviosa que se puso, aquella misma tarde te había dejado un mensaje bajo el teclado del ordenador para quedar después del trabajo. Siendo que erais vecinos y no cogías el dichoso teléfono, te fue a ver. Pero claro, aquel mensaje no lo llegaste a mirar, ni sabías que estaba ahí, pese al cabeceo que te hizo cuando la miraste, pero, una vez más, creías que esa mirada no iba para ti, y que simplemente hacía señas al que tenías detrás, ya lo dabas por hecho.
Ahora ves la verdad, lo ves con claridad, has aprendido que has de mirar a tu alrededor, y no dejarte sorprender por las primeras impresiones, a veces has de seguir mirando más rato para comprender cada movimiento y saber lo buena o mala que es la gente.
Años después, te encuentras casado y con un hijo, tu vida dio un cambio radical, aquella noche, ahora, estás yendo a recogerle al colegio, hasta empujas a una señora porque no tienes tiempo, y has de llegar. Sigues tu camino, ves a tu hijo corriendo hacia ti, os abrazáis, y volvéis a casa. De camino, piensas en esa señora, y te das cuenta de que ahora eras tú el que ibas a tu aire sin reparar en la mirada de los demás, no muy lejos, detrás de ti, un joven mira con odio la incomprensión de sus congéneres, siente rabia porque sabe que el mundo funciona así, si algo molesta lo aparto, si algo lo quiero, voy a por ello, sin importar lo que piensen los demás, es tal el egoísmo del ser humano que la perdición del mismo está asegurada. Condenados, buscamos la forma de sobrevivir en un ambiente hostil de la mejor manera posible, aunque con ello tengamos que degradar la vida de otras personas.
¿Destino o libertad? ¿Cuán importantes son las decisiones que tomamos? Entre la incertidumbre vagamos, ciegos y sin bastón… y como perro guía, el miedo.


by elghor


-_-

domingo, 18 de octubre de 2009

Parpadeos



Parpadeé, y seguí hablando con los amigos. Caminamos un rato y de repente me di cuenta de que iba descalzo, recordé que me había dejado las zapatillas en casa así que me separé de ellos y les dije que me esperasen que iba un segundo a calzarme, dijeron algo entre susurros que yo interprete como un: “De acuerdo, ¡Nos vemos!”

Mis pies iban solos, como conociendo el camino, después de tantas veces que lo había recorrido, no era de extrañar que lo hicieran.
Cuando conseguí encontrar mi casa, quise abrir pero no lograba adivinar dónde estaban mis llaves, traté de recordar el momento en el que las debí sacar de mi pantalón. Ahora lo recuerdo, estaba en casa, y ahí estaban mis llaves, encima de la mesita de noche, y llevaba puestas las zapatillas. Comencé a bajar las escaleras de mi casa, y esta vez, no cerré la puerta con llave.
Volví al sitio dónde había quedado con los amigos, pero no recordaba bien dónde era, había una fuente… Sí había una fuente y al lado un banco. No hay muchas pistas pero creo que podré encontrar el lugar.
Nada… ni rastro de ellos ni de ese lugar… Parpadeé deprisa y me encontré con esa extraña casa que se hallaba al final de la calle, que rara era, no había ningún edificio a su alrededor, sobre ella se alzaba una media luna cubierta parcialmente por unas oscuras nubes. Decidí entrar en aquella casa, no sé el porqué, tenía la extraña sensación de que sabía lo que estaba haciendo en esa casa, pero no lograba recordar qué era. De pronto, una mujer de avanzada edad, con algunos kilos de más, y verrugas por su cara, empezó a acercarse a mi, mientras con su lengua de serpiente pronunciaba unas palabras, de las cuales, nada entendí. No sabía en que idioma hablaba, no vocalizaba. No obstante, no parecía muy amigable, me invadió un escalofriante miedo, cuando se estaba aproximando, parpadeé de nuevo, pero esta vez con mucha más rapidez.
Mmm… La ciudad, es de noche, siento su frescor, aún así, hay algo raro, hay algo especial, el aire estaba algo denso, como cargado de algún tipo de gas. Decidí que quizás podría ver la ciudad desde arriba como lo había hecho otras veces. Dí tres pasos hacia delante, pero el tercer paso ya no estaba tocando el suelo, ahora tenía que nadar, nadar sobre el aire. De esta manera poco a poco fui ganando altura, para luego poder planear y ver la ciudad desde el aire. Era algo maravilloso, a pesar de que las calles estuviesen sólo cubiertas de farolas, la paz que reinaba en ese momento era digna de sentir.
Decidí que quería ver más, mucho más, subí más alto, más alto aún, mucho más, y entonces sólo entonces, bajé en picado, para ganar velocidad, sentir el viento en mi cara, y planear por encima de lo que ahora eran unos verdes prados. El sol brillaba fuerte en lo alto del cielo, parecía que su calor lo estuviese sintiendo en mi interior, tenía fuerza, vitalidad, energía, muchas ganas de ver, de descubrir, de sentir, llegué a un precipicio, y no dudé en bajarlo a ras, hasta alcanzar esas rocas contra las que las olas chocaban…
Sin querer mientras bajaba, la velocidad fue cada vez mayor, esas diminutas rocas cada vez se hacían más grandes, y esta vez era como si ya no pudiese planear, ya no pudiese elevarme, seguía cayendo sin parar, pero… tenía que salir de esta, sabía que este no era mi fin, no obstante, se hizo la oscuridad.
Una luz azulada, luego una verde, más tarde aparecían sombras, no sabría decir qué o quienes las proyectaban. Algo blanco, amarillo, y… personajes de Disney. Por supuesto, se trata de mi guardería, dejo de columpiarme y me acerco a ese timbre redondo de color negro, pero antes me detengo a mirar la pared, qué bonita, me encantan esos dibujos, parecen tan reales, ¡Ojalá estuviera en Disney Land París!
Toco el timbre, una vez, y otra, y otra, y otra vez más, hasta que me cogen en brazos.
Todo se desvanece, de nuevo ese túnel oscuro. Algo blanco otra vez, muy grande, algo brillante, son nubes, nubes de algodón, muy suaves, pero lo suficientemente resistentes como para que me sostengan, una ciudad flotante se erige ante mi padre y ante mí, él está a mi derecha mostrándome las posibilidades de ése mágico lugar, en él los niños vuelan, lanzan fuego y hielo de sus manos, son felices, despreocupados, y los adultos están en algún otro lado.
Me acerqué a ellos, pero yo no podía volar, no podía hacer eso del hielo… ni esas cosas mágicas que ellos hacían. No puedo entrar en ese lugar, no soy como ellos, no me dejan entrar, me dicen que me vaya… No me importa, aprenderé por mi cuenta, no les necesito, hay más gente en el mundo que seguro que será mucho menos egoísta y más buena que ellos.
Parpadeé varias veces, y allí estaba de nuevo, paseando por la calle cerca de una fuente y un banco en el cual estaba sentada mi ex, de pronto me veía, y se largaba, ya no me importaba tampoco, porque me refugiaba con mis amigos que ahí estaban al lado mío charlando y riendo de no sé qué temas. Recuerdo que estábamos jugando y baje por una rampa para coger un balón. No era una simple rampa, era una salida de un garaje, y, justo me dio por pensar que, si no me daba prisa, algún coche saldría y me atropellaría, quise subir la cuesta, pero ésta era muy empinada, mis músculos respondían con lentitud, y el coche pasó sobre mí. Todo se desvaneció, y de repente mis amigos se volvieron a aparecer delante de mí, yo les hablaba pero ellos parecían no verme. Al sentirme ignorado, me fui, pero al momento me llamaban, y me preguntaban: ¿Dónde has estado? De alguna forma seguí manteniendo conversación con ellos, seguí riéndome. Y al cabo de un rato, rato en el que sin querer había cerrado los ojos, me encontraba sólo.
Pero no era una soledad amarga, tenía la sensación de que había quedado con alguien. Así era, mientras estaba mirando en rededor, observando los árboles en flor y sintiendo el calor de aquella suave bola luminosa, llego ella. No sabía bien como empezar a hablar, pero fue ella quién empezó. Después de un poco de conversación decide lanzarse, y, tras intercambiar nostálgicos pero cortos besos: la aparto, le digo que no, que esto ya pasó y que no salió bien. Que no hay vuelta atrás que ya no… que ya no confiaba en ella. Así pues, lo acepta y se va. Yo parpadeo y todo se desvanece de nuevo.


Por Elghor, por los sueños, tanto los lúcidos como los del porvenir.